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Medio ambiente

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La invasión de los microplásticos: han llegado al Himalaya y también al aire que respiras

  • Hasta el momento no se han encontrado evidencias de su peligro para la salud

La degradación planetaria no descansa. Nuevas formas de contaminación de las que ni siquiera somos conscientes surgen cada día en los océanos, los mares y el aire que respiramos. Esta última es especialmente preocupante por su existencia relativamente nueva en las mediciones de los científicos y los grupos ecologistas.

Hablamos de los microplásticos, partículas invisibles que se acumulan en todos los biomas (incluidas las ciudades) y a los que todos estamos expuestos. Nosotros y los animales. Ellos tampoco se libran de su consumo involuntario.

Tres son los monstruos a los que tenemos que prestar atención: la goma de los neumáticos de los coches, los textiles sintéticos y el polvo alquitranado de las carreteras.

Están ahí, silentes. Los respiramos. Los consumimos. Son invisibles. Se acumulan en nuestro organismo.

Así que un coste ecológico brutal y una nueva amenaza medioambiental de la que ocuparse.

Micropartículas hasta en el aire que respiramos

Es un hecho, están en todas partes. En nuestras propias costumbres diarias, como comer o salir a dar un paseo, viene incluido este regalito envenenado en forma de partículas diminutas de plástico cuyo coste para la salud y para el estado óptimo del medio ambiente todavía no se ha establecid.

Imprescindible, por tanto, remitirse al menos a un estudio que haya medido el efecto de estas micropartículas. Lo dio a conocer la revista Nature Geoscience el año pasado, con una conclusión demoledora: los microplásticos tienen las patas largas, es decir, pueden viajar miles de kilómetros desde su lugar de origen a zonas tan alejadas como el Himalaya o la atmósfera de ciudades monstruosamente contaminantes como Nueva York, París, Barcelona o Madrid.

Según afirma Elvis Genbo Xu, un profesor e investigador de la Universidad del sur de Dinamarca, podemos encontrarlos en alimentos tan distintos como la miel, la leche o el marisco. Las conclusiones de su estudio, en colaboración con investigadores chinos de otras universidades, han centrado su atención en los tres vectores del peligro: la sal que consumimos en las comidas y cenas, el agua potable y el aire.

Obviamente, las mediciones del estudio no hablan por hablar. Las evidencias ya traían cola en este tema. Ya se han encontrado micropartículas de plásticos en bosques, océanos y ríos de todo el planeta Tierra.

Eso es lo preocupante, la celeridad con la que estas partículas microscópicas han viajado a lugares tan remotos como el Himalaya. Ahí se ha descubierto que también flotan en el aire de sus cumbres y se posan en sus suelos.

Las creencias viejas cambian con estas nuevas evidencias. Hasta hace no mucho se creía que los microplásticos eran una contaminación exclusivamente marina que afectaba a la fauna y la flora de los océanos, pero ahora, con su aparición en el aire del Himalaya, se sabe que nuevas amenazas campan en los lugares que se creían a salvo. Ya las primeras conclusiones apuntan a una aceleración del derretimiento de los polos, por la disminución del reflejo de la luz.

Los datos de otro estudio de un grupo de investigadores chinos y estadounidenses en Enviromental Science & Tecnology Letters abren terreno para la preocupación: aproximadamente el 29% de las micropartículas de la estación central de medición del Himalaya son pequeñísimas bolas de alquitrán. ¿Su composición? Carbono, oxígeno, azufre y nitrógeno.

La pregunta fundamental es esta: ¿cómo es posible que paisajes prístinos e intocados, alejados de las fuentes de contaminación más dañinas, los tengan también en su ecosistema?

Microplásticos que viajan hasta Madrid

Efectivamente, así lo demuestran los datos. Lo más alarmante de los microplásticos es que se desplazan de las zonas de origen a otras muy alejadas con relativa facilidad. Viajan donde quieren por efecto del aire, que los desplaza.

Aquí en Madrid no nos libramos de la presencia de estas fibras naturales, plásticos y polímeros sintéticos en las alturas, tal y como contó un estudio sobre la calidad del aire hecho por un equipo español que lideró el investigador de la UAM Miguel González Pléiter. Ellos lo saben bien, a juzgar por sus datos. En los ambientes urbanos, los microplásticos flotan a razón de varios por metro cúbico. Tenemos poliéster, poliolefinas, fibras de viscosa y algodón, principalmente. Hicieron sus cálculos, claro. Hay casi diez veces más presencia microplásticos en el aire de un ambiente urbano como Madrid que en zonas rurales, aunque en ambas atmósferas están presentes. En Madrid, unos 14 microplásticos por metro cúbico de aire, es decir, un billón para toda la región.