Hasta la llegada de las mascarillas, las gafas de sol con formas geométricas eran el accesorio estrella en los outfits de la generación Z. La culpa de que estas monturas de plástico de colores imposibles, que entran y salen de las páginas de tendencias a la velocidad de la luz, la tiene Bad Bunny, el omnipresente reguetonero puertorriqueño. Parece imposible pensar en un prescriptor de tendencias, al menos en lo que a gafas de sol se refiere, más importante que él.

El problema es, por un lado, que esta moda se suma a otras tantas supuestas necesidades que, seamos sinceros, son bastante contaminantes, y por otro, que no siempre sabemos cómo reciclar. El año pasado, los ciudadanos españoles depositaron casi 20 kilos de papel y cartón en los contenedores, un 7,1% más que en 2018, pero sigue sin ser suficiente. La ONG Greenpeace denuncia que, en lo referente al plástico, tan solo se reciclan el 30% de los residuos. El resto va a parar al medio, en particular al mar y los océanos.

Para solucionar todas estas cuestiones relativas a los objetos cotidianos de los Z y su reciclaje, preguntamos a un grupo de chicas y chicos entre los 22 y los 25 años dónde tirarían al contenedor las gafas, los auriculares o las cajas de las pizzas a domicilio. Spoiler: no lo estamos haciendo bien.

Claudia, Daniel, Sonia, Ana y Silvia son cinco veinteañeros, nacidos en distintas partes de España y con formación diferente. Algunos están opositando, otros cuentan con título de máster, hay quien estudia en la universidad… lo que tienen en común es que actualmente viven en Madrid y que no saben cómo reciclar unas gafas de sol de plástico.

Silvia, por ejemplo, dice que “si las gafas son malas”, las tira al contenedor de envases, “pero si no, al punto limpio o a las ópticas, que tienen para reciclar”. Daniel, por su parte, evita responder (“yo soy un poco Diógenes y acumulo las gafas”, asegura), mientras que Ana secunda la teoría de Silvia y dice tirarlas “en el contenedor del plástico”. Por su parte, Sonia reconoce “no tener ni idea” de dónde reciclar esas gafas, y Claudia se mantiene en la postura mayoritaria: “Las tiraría al amarillo”, asegura.

El razonamiento es bueno (“son de plástico, así que van al amarillo”), pero no es correcto. Un bote de yogur no puede gestionarse de la misma forma que unas gafas de plástico duro; tanto la montura como los cristales deben llevarse a un punto limpio para que puedan reciclarse. En lo que respecta a las viejas gafas de ver, la mayoría acierta: los puntos de venta “disponen de sistemas de recogida, donde las tratan y las donan a otras personas para que puedan usarlas”, explican desde Ecoembes.

Todos ellos compran ropa en tiendas online, y la mayoría aciertan con el tratamiento de los envoltorios. “La mayoría vienen en sobres de plástico, que tiro al contenedor amarillo”, cuenta Sonia. Una teoría que Daniel secunda “Si es cartón, al cartón, y si es plástico, al amarillo”, así como Claudia, que termina su respuesta (“al amarillo”) con un dudoso “cuánto de mal está”.

Lo cierto es que la respuesta es correcta. Después de retirar las etiquetas con tus datos personales, los sobres de plástico deben tirarse en el contenedor amarillo, y los de papel y cartón, en el azul. Allí se tira también, por cierto, el siempre heroico cartón engrasado de la pizza que hemos pedido a domicilio, siempre después de retirar los restos de comida en el contenedor para residuos orgánicos.

Cuando preguntamos por el punto de reciclaje para los cascos, nadie tiene ni idea. “Nunca he tirado ningunos, los acumulo”, reconoce Claudia. Sonia va un poco más allá: “Siempre los pierdo antes de reciclarlos”, cuenta, y añade entre risas que alguna vez ha recogido algunos de la calle. “Los he reciclado yo”, bromea.

Anécdotas pre-COVID aparte, los auriculares deben tirarse, tal y como ocurre con las gafas de sol, en el punto limpio. La mayoría están fabricados en distintos textiles que no se pueden separar manualmente, y allí se encargan de reciclarlos. En general, todos los dispositivos electrónicos y elementos de nuestro día a día que están hechos de plástico (como los coleteros de muelle, las fundas de los móviles o las cuerdas de las que cuelgan los móviles y gafas de sol) deben llevarse allí, para que obtengan un tratamiento adecuado y puedan tener una segunda vida.