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Medio ambiente

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Conciencia y sensibilidad con el medio ambiente. ¿Sabes qué es la educación ambiental?

  • Conceptos como la co-responsabilidad son importantes en la educación ambiental: entender el medio ambiente, cuidarlos y transmitirle este conocimiento a otros para que la cadena siga

El mundo no se va a cuidar solo; no con nuestra huella de carbono, vida contaminante y disoluta, emisiones, residuos, combustibles fósiles y toda la escalera de errores que muchos tratan de meter bajo la alfombra.

Cuidar con conciencia nuestro medio y conocer sus límites: esa sería una de las enseñanzas de la educación ambiental, una filosofía imprescindible para tratar de llevarnos bien con la naturaleza, elevar nuestra conciencia ecológica y empezar a realizar cambios ‘sistémicos’ en nuestro día a día.

Te contamos un poco más sobre ella.

¿Qué es la educación ambiental?

La crisis climática no lleva tanto tiempo siendo portada en los medios a razón de cuatro o cinco veces por semana. Biólogos, ambientólogos y científicos forestales ya saben desde hace tiempo la que se nos viene encima con el cambio climático para las próximas décadas, pero ese cambio de mentalidad encuentra todavía numerosos obstáculos para permear en la población. Son ellos los encargados de transmitir ese conocimiento y de advertir de los graves problemas medioambientales que los humanos le hemos causado al planeta con nuestros residuos, nuestra obsolescencia programada, nuestro consumismo depredador y nuestra falta de conocimiento de conceptos como la economía circular o la filosofía zero waste (residuo cero)

Tomar conciencia de los problemas medioambientales y ayudar para que otros la tomen, sensibilizarnos de una vez, cambiar nuestros hábitos ecológicos, ampliar nuestro conocimiento (comprender estos problemas, sus orígenes históricos y sus efectos a escala global y local): estos serían los primeros pasos a dar para adquirir una buena base en la educación ambiental.

Lo que plantea la educación ambiental., de forma didáctica, es adquirir responsabilidades y tomar acción. Es hora de tratar de frente y sin subterfugios las disfuncionalidades de nuestro entorno, que nosotros mismos, desde que el ser humano puso un pie en la tierra y empezó a producir cosas (o a quemarlas), hemos provocado. Una educación para y por la naturaleza, sí, a escala individual, en el día a día, de forma constante, que además pueda transmitirse a otros una vez la hemos adquirido. El conocimiento en común, transmitido de red a red, es fundamental.

No es una tirita para un parche, sino una operación quirúrgica en la conciencia, por usar una metáfora: implantarnos dos ojos nuevos, esos que aprenden a ver el medio ambiente como un milagro en precario equilibrio.

La propia UNESCO fija unos objetivos técnicos para tener una educación ambiental sólida que nos permita llevarnos bien con el planeta: concienciar a la población de los graves problemas del medio ambiente, fomentar su interés en la práctica ecológica y la conservación, elevar la participación e implicación en sus problemas y soluciones, y ayudarles a evaluar los riesgos en contextos económicos, políticos, sociales y educativos.

Educación ambiental en la infancia

Educar es plantar una semilla, y quizás la mejor época para ello sea la de la infancia. Después de todo, un niño es una esponja: es capaz de absorber conocimientos con mucha más rapidez y elasticidad que la mollera dura de un adulto, más acostumbrado a resistirse. Chile, por ejemplo, es uno de los países pioneros en transmitirla desde la infancia: su enfoque es transversal y, desde que los niños son muy pequeños, se dirige hacia la co-responsabilidad: responsabilizarnos, y hacer responsables a otros, en una cadena. Respeto, solidaridad, acciones positivas, austeridad (reciclaje y reutilización) en pro del medio. Es para cuidarlo y conservarlo, no para desangrarlo en nuestro propio beneficio.

Una dosis de realidad nunca viene mal para aprender a ver problemas que suenan muy ajenos y teóricos. Implantar asignaturas relacionadas con el medio ambiente en la escuela es un paso pequeño en comparación con todo el trabajo que queda por hacer. Por eso, uno de los objetivos principales de la educación ambiental con niños es pasar de la concienciación y evaluación de los riesgos ambientales a la práctica en contextos reales. Mostrarles los problemas en un entorno real e inmediato, pero, sobre todo, ayudarles a implicarse en las soluciones. La realidad es que hay muchas formas de logar que un niño se implique y sensibilice con el medio. Replantar un bosque, ayuda en tareas de extinción de incendios, visitas a granjas escuelas, excursiones con charlas ecológicas, prácticas de reciclaje separando residuos o clasificando especies protegidas. La lista de prácticas es casi infinita.

Los expertos en educación ambiental con niños coinciden en la importancia de saber transmitirles ciertos valores para que sean ellos mismos los que, a futuro, puedan contagiar a otros: sus propios hijos. El principal: la corresponsabilidad. Hacerse cargo de los problemas al mismo tiempo que ayudamos a los demás a vislumbrar la importancia de un asunto que, si no se trata, puede ser catastrófico para las próximas generaciones.