El turismo es una de las industrias que más riqueza y empleo produce en España, y también una de las más contaminantes en todo el mundo. Tan solo en 2018, el 8% de las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo correspondían a este sector. Se estima que el impacto crezca hasta el 40% en 2015 si no se cambian muchas de las prácticas asociadas al turismo.
Aquí es donde entra en valor el ecoturismo o turismo ecológico, una actividad cuya finalidad es minimizar el impacto del turismo en el medio. La idea es ir más allá del mero disfrute rápido del turista, y animar a empresas y viajeros a que viren sus prácticas hacia otras más éticas y sostenibles.
No hay un manual claro que permita delimitar qué prácticas turísticas son más verdes. A grandes rasgos, el ecoturismo se define por poner el foco en el impacto medioambiental y tratar de paliar los efectos de sus actividades en el entorno. Esto abarca desde el origen de la energía que se usa hasta los productos con los que se trabaja: cada aspecto debe abogar por la responsabilidad y el ecologismo.
Según la Organización Mundial del Turismo (OMT), esta práctica se define por girar alrededor de la observación y apreciación del entorno natural, así como de las culturas que lo rodean. También incluye aspectos pedagógicos entorno a la interpretación de la naturaleza, suele orientarse a grupos reducidos y está vinculado a empresas locales; minimiza los impactos sobre el entorno natural y sociocultural y contribuye al mantenimiento de las zonas naturales.
La OMT lleva más de tres décadas trabajando en este concepto, y hasta llegó a declarar 2002 el Año internacional del ecoturismo. Ese año celebraron en Canadá la Cumbre mundial del ecoturismo, y publicaron diferentes guías para orientar a los empresarios en este mercado, que fomenta la responsabilidad y el ecologismo en uno de los sectores más contaminantes de todo el mundo.
El turismo ecológico involucra al turista en el entorno. La experiencia promete ser más inclusiva e inmersiva, y normalmente está relacionada con la observación de la flora y la fauna en su estado natural. Si se hace bien, el ecoturismo puede tener muchísimos beneficios. Algunos de ellos son:
Sin embargo, si no se hace bien puede conllevar muchos riesgos. Además de la contaminación y la degradación de las áreas naturales en las que se lleva a cabo, puede dar lugar a procesos como la alteración de la flora y la fauna o la transculturización en la zona en que se practica.
El ecoturismo conlleva una mayor inversión y, por ello, sus precios suelen ser más altos. Pero hay que tener en cuenta que, si se hace bien, los pros superan con creces a los contras, y que el turismo de masas es una plaga que puede hacérnoslo pagar muy caro.
Es cierto que, en muchas ocasiones, acceder a un hotel o albergue sostenible es mucho más complicado que si nos alojamos en un hotel en primera línea de playa en Benidorm, ya que las redes de transporte están mucho más limitadas. Pero ahí está, precisamente, su atractivo: al estar ubicado en parajes naturales más alejados, permite realizar actividades que no podrías llevar a cabo en ningún otro sitio.
Hablamos, por ejemplo, del yoga o del buceo, dependiendo del entorno en el que estés, pero también de otras actividades mucho menos accesibles para el común de los mortales, como el paracaidismo o los viajes en globo aerostático. Los menos aventureros y los bolsillos más ajustados podrán disfrutar también con las rutas de ciclismo o senderismo, o con la escalada. Una apuesta por los atractivos naturales y la cultura y sociedad de las áreas más alejadas de los grandes núcleos urbanos y, en la mayoría de los casos, más despobladas.