Con el avance imparable del cambio climático y todavía con décadas por delante para frenar su mordisco antes de la extinción, mucha gente se pregunta si los procesos salvajes de extracción de recursos de ciertas industrias como la cervecera son necesarios. ¿Hasta qué punto nuestro consumo masivo de ricas cañas y cervezas artesanas está dañando el medio ambiente? ¿Qué medidas de prevención tiene esta industria para rebajar su impacto ambiental?
Como toda industria con impacto global, lo primero que debemos tener en cuenta es que la cerveza es uno de los productos envasados más consumidos de la tierra. Está tan arraigada en nuestra cultura de consumo que no imaginamos un verano sin el ritual de llevarnos un tercio helado al coleto para mitigar los calores. Pero, ¿realmente tiene impacto en el medio ambiente? ¿Su consumo de recursos dispara la huella medioambiental? Lo cierto es que sí y no, porque la propia industria, según se desprende de los datos, mantiene unos estándares de calidad y protección medioambiental bastante altos.
Los procesos industriales de producción y envasado de la cadena cervecera, como los de cualquier otra industria, generan distintos gases y residuos (además de la huella de carbono y la huella hídricas implícitas) que han de ser tratados y manipulados para que su impacto en el entorno natural esté controlado: aguas residuales, excedente de cerveza, suspensión de levaduras, residuos, vidrio, plástico. La gestión ambiental implica calibrar el consumo de energía y de agua utilizada en el proceso, las aguas residuales, los subproductos sólidos y las emisiones de gases
La verdad es que ningún proceso industrial que se precie debería escapar al cuestionamiento de sus procesos de extracción de recursos. De media se necesitan hasta tres litros de agua para producir un solo litro de cerveza. No solo las asociaciones ecologistas y los gobiernos son conscientes de este desbarajuste productivo en el consumo de recursos, también las propias marcas reconocen que deben esforzarse todo lo posible para que su producto no salga a costa del equilibrio del planeta, cada vez más escasos.
Los cerveceros saben que los consumidores son cada vez más conscientes del impacto de las marcas en el entorno y los recursos, que son de todos, y el capitalismo verde ya nos ha hecho entender que es mejor apoyar a marcas que respeten el entorno en su proceso productivo y se adhieran a los Objetivos de Desarrollo sostenible del pacto mundial. Si consumir responsablemente es una quimera, al menos deberíamos tratar de apostar por el jugador que menos dañe el entorno.
Heineken, por ejemplo, tiene como objetivo bajar la huella hídrica a 2,5L de agua por cada litro de cerveza, y es la marca impulsora de una de las fábricas más sostenibles del mundo. Está en Chihuahua, México. Damm, por su parte, impulsó durante la pandemia del Covid 19 un uso de las energías renovables a través de las cervezas sobrantes de distintos bares. Según los propios datos de la marca, en los últimos años han reducido más de un 45% la energía que utilizan para producir cada litro.
Según datos de la Asociación de Cerveceros de España en el informe ‘Memoria de la sostenibilidad ambiental’, desde 2016 la industria de la cerveza española ha redoblado sus esfuerzos en inversiones y reconversión industrial para aumentar la sostenibilidad de sus procesos productivos. Marcas muy conocidas como Mahou, Heineken o Damm tienen presentes una serie de compromisos muy claros para que la huella medioambiental que causa su industria no se desborde. El objetivo: alcanzar un punto de equilibrio en 2025.
Como resume Jacobo Olalla Marañón, en la asamblea de 2019, la elaboración de este producto genera un cierto impacto ambiental, y es responsabilidad de la hostelería y el turismo, el principal canal de venta y distribución, esforzarse en la búsqueda de buenas prácticas. Esto implica, por supuesto, pasarse a los envases reciclables, merchandising y productos sostenibles, entre otras muchas medidas.
Según indican las distintas asociaciones de cerveceros, el compromiso con el medio ambiente pasa por mirar con lupa el proceso y hacer sus productos con ingredientes lo más naturales posible. El 75% de la cerveza que se produce en España obedece a un sistema de gestión ambiental estricto, y existen ya varios compromisos para 2025 que ayudarán a reducir todavía más el impacto de la cadena productiva en el medio ambiente: 80% de envases de vidrio, 85% de metal reciclable, conciencia energética 100% (electricidad de fuentes renovables), reducción de la huella de carbono y de las emisiones hasta un 15%, mejora en el sistema de vertido de aguas residuales y el descenso de la huella hídrica y el consumo, y hasta un fondo de I+D dedicado a reducir el golpe ambiental.