La rabia es una enfermedad mortal que no solo afecta a los perros y a otros animales, sino también a las personas. Se trata de una patología conocida desde hace miles de años, una infección viral aguda que afecta al sistema nervioso y que propagan sobre todo canes y depredadores: hay pruebas de que ya en Babilonia y Grecia les preocupaba esta enfermedad.
Hoy, la rabia existe en todo el mundo, aunque gracias a las medidas preventivas, como las cuarentenas o el tratamiento médico, se ha erradicado en algunos países, como Japón o Australia. En España, la enfermedad se considera erradicada en mamíferos terrestres desde hace más de 40 años, y aunque algunos murciélagos la portan, este virus es distinto en quirópteros. Eso no quita que los perros no puedan contagiarse: en canes, la enfermedad se transmite a través de la saliva de otro animal infectado. El contagio suele producirse por una mordedura, aunque si está vacunado del virus no tiene por qué correr riesgo.
Una vez el virus entra en el cuerpo, avanza impasible por el sistema nervioso central y las glándulas salivales, para redistribuirse después por el resto del animal. Desde que se produce la infección hasta que aparecen los primeros síntomas pueden pasar de dos a 24 semanas, lo que complica el tratamiento del virus. Cuanto antes se ataje, mejor, y por eso en Yasss te contamos cuáles son los síntomas más habituales de esta enfermedad en perros: si la atajáis a tiempo, tu perro y el resto de la familia ganaréis en seguridad.
Esta enfermedad vírica suele darse en tres fases que, en ocasiones, se solapan: la fase prodrómica, la de encefalitis aguda y la de encefalitis rábida. Sin embargo, no todos los animales pasan por todas las fases, por lo que conocer los síntomas de todas ellas puede ser de vital ayuda.
El virus empieza a dar señales entre las dos y las ocho semanas posteriores al contagio, aunque estas cifras pueden variar: algunos documentos hablan de periodos de incubación de hasta medio año. La fase prodrómica tiene una duración de entre dos y 10 días, en los que el perro se muestra nervioso y ansioso, tiene fiebre o escalofríos, vómitos y diarrea. En ese tiempo se da la rabia muda, caracterizada por la paralización de los músculos del cuello y de la cabeza, por lo que el animal mantiene la boca abierta, tiene problemas para tragar y saliva mucho, formando en ocasiones la típica espuma alrededor del hocico.
La fase de la encefalitis aguda, que no siempre aparece, muestra una etapa de la rabia más furiosa, en la que los principales síntomas son la irritabilidad y la agresividad excesiva, el miedo al agua y la hipersensibilidad a la luz y los ruidos o la imposibilidad para conciliar el sueño. En el último estadio de la rabia, los canes sufren parálisis que les conduce a un estado de coma y a la muerte.
Ante la más mínima duda (especialmente si le ves salivar más de la cuenta), llévale al veterinario: puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Si observas a un animal callejero con esta sintomatología, avisa también a las autoridades, y si te mordió un perro, propio o ajeno, lávate la herida con agua y jabón y acude inmediatamente a consulta médica. Deja que sean los profesionales quienes determinen si es o no necesario que recibas tratamiento contra la rabia.
Con el objeto de minimizar el riesgo de brote, en España existe un protocolo de actuación en caso de que un animal sea sospechoso de portar la rabia. Para empezar, y según explican desde la Consejería de Salud Pública de Melilla (donde el virus todavía toma cierto protagonismo cada pocos meses), se realiza un estudio sobre el caso y se mantiene al can en observación, para confirmar o no la presencia del virus. Si da positivo, el veterinario aconsejará proceder a la eutanasia del perro, para prevenir tanto su sufrimiento como el contagio.
La rabia es un virus que invade el sistema nervioso y acaba, según la Confederación Empresarial Veterinaria Española (CEVE), con la vida de unas 60.000 personas al año. Por eso, en la mayor parte de España es obligatorio vacunar a los animales de este virus, e incluso en los que no lo es (Galicia, Asturias, País Vasco y Cataluña) es muy recomendable que se lleve a cabo. La primera dosis se suele colocar alrededor de las 16 semanas, para después reforzarla anualmente. De esta forma, no solo previenes brotes en el territorio, sino que salvas la vida de tu perro: por ahora, no hay otra cura disponible para la rabia canina.