El equilibrio emocional del humano es determinante para forjar la conducta de su perrete
Las emociones que experimentas se transmiten directamente a tu mascota y repercuten a su estado de ánimo y comportamiento
Debes evitar desde el primero momento que tu perrete desarrolle hiperapego, ya que puede llegar a padecer depresión
Es cierto que, el confinamiento se está haciendo más duro para unos que para otros. Pero, si en algo todos estamos de acuerdo es en la montaña rusa de sentimientos en la que nos encontramos desde que todo empezó. Sentimientos entremezclados que, nos invaden y en ocasiones, cuesta trabajo dejar a un lado para salir del bajón mood.
En el caso de que estas semanas las estés viviendo acompañado de tu perro, además de ser un afortunado por todo lo que este te aporta -como esos paseos diarios, cuando no estaba permitido salir a la calle-, te habrás preguntado si los continuos cambios de ánimo que experimentas le influyen o afectan.
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La respuesta es rotunda: sí. Los perretes no solo te entienden cuando les hablas, ya que también son especialistas en la detección de las emociones humanas. A través del análisis de tus expresiones faciales y del tono de tu voz, detectan tu estado anímico concreto. Y es que, combinando la información de los diferentes sentidos son capaces de extraer e integrar información emocional… ¡Flipa!
Como un integrante más del núcleo familiar, puede percibir todo lo que le rodea. Lo que se debe a la evolución de los canes, que ha hecho que desarrollen la capacidad de sentir todo lo que sientes -diferenciando entre estados de ánimo positivos y negativos-. Algo que afecta al propio ánimo de las mascotas, haciendo que el vínculo que os une sea algo único y especial.
El contagio de las emociones
Si estás alegre o triste, tu perro se va a percatar de ello y va a actuar en consecuencia o a tratar de consolarte.
Con su olfato pueden identificar y distinguir -a través de tus hormonas-, tu estado de ánimo -apoyados del análisis de tu tono de voz y de tus expresiones faciales- y empaparse él. Y es que tus emociones influyen directamente en su comportamiento, hasta el punto de contagiarse de ellas.
Puedes comprobarlo cada vez que rebosas alegría, ya que -conocedor de ello, no parará de darte lametazos como un loco, o cuando estás llorando de 'bajona' total, va a acudir raudo a consolarte para combatir con esa angustia que te invade. Ha detectado que no estás bien y va a hacer lo posible para solucionarlo, desplegando su faceta amorosa… ¡True love!
En el caso de que padezcas estrés, no solo tú vas a sufrir los síntomas, pues tu mascota también va a experimentar un malestar físico y mental. El estrés y la ansiedad te provocan comportamientos cambiantes, que vas a transmitir a tu compañero de cuatro patas. Haciendo que sufra las consecuencias, con conductas confusas, llamadas de atención, estrés e incluso depresión.
Un perro contagiado por un pico de estrés hace que se vuelva más reactivo, es decir, es incapaz de gestionar correctamente la información que le rodea y se ve obligado a posicionarse en un estado de alerta, para defenderse del peligro.
Por lo que es esencial que afrontes y pongas fin a las situaciones que te conducen a padecer episodios de ansiedad y estrés, para ayudar a tu peludo a superar sus problemas de conducta y que goce de una salud mental envidiable.
Una calidad de vida óptima
El equilibrio emocional y el bienestar son la clave para una felicidad perruna plena y solo tú puedes conseguirlo.
Es fundamental que mantengas unas condiciones estables en el entorno, a través de una rutina que satisfaga sus necesidades físicas y mentales, a través del enriquecimiento ambiental -estímulos ambientales y sociales que le permiten mantener su mente estimulada y expresar su conducta natural de la especie-.
Evita, por lo tanto, situaciones de tensión -como peleas o gritos- y de carácter negativo. Es natural vivir épocas tristes o pesimistas, pero es muy importante que moderes estos sentimientos porque se los transmites directamente a tu mascota y van a ir determinando su conducta.
Otro factor es disminuir el apego y mantener un vínculo equilibrado y sano con el animal, ya que el desarrollo del hiperapego le provocará altos niveles de estrés. Una dependencia obsesiva con el dueño, que le impide sentirse seguro cuando no está cerca de él.
Para evitarlo o tratarlo, tu fiel compañero debe tener su lugar de descanso propio en la casa -no tiene por qué estar alejado de la estancia donde pasas la mayor parte del tiempo-, el salón es un lugar óptimo. Y enseñarle la orden: “a tu sitio” o “a tu cama”, para que lo asocie con su zona de reposo. Además, debe aprender a esperar en su camita tranquilamente, cuando te levantes del sofá para ir al baño, a la cocina o cualquier otra estancia -prémiale siempre cuando respete estas distancias, para que se acostumbre a ello-. Y olvídate de que duerma en la cama contigo, enséñale a hacerlo en la suya propia, es por su bien.
La finalidad es ayudarle a labrar su independencia, sin la necesidad de seguirte continuamente por casa para sentirse seguro consigo mismo. Aunque te ponga ojitos y te resulte doloroso no complacerlo, piensa que lograrás evitar situaciones de estrés innecesario y ansiedad por separación -que pueden desembocar en depresión-. Guarda tuit: una relación de dependencia, nunca es una relación sana.