Todos lo aprendimos en clase cuando éramos pequeños. Los patos graznan, las vacas mugen, los burros rebuznan, los caballos relinchan y los perros ladran. A cada animal le corresponde un sonido. Pero hay ocasiones en las que el mejor amigo del hombre no solo ladra, sino que también emite ruidos más propios de otras especies.
Su sonido clásico es el ladrido. Si tienes a un perrete como compañero de vida estarás probablemente harto de oírle. Los perros ladran cuando están estresados, cuando les invade el entusiasmo, al ponerse en alerta o incluso cuando, simplemente, están aburridos. Por eso tradicionalmente muchas personas que viven en casas unifamiliares o con jardín han querido contar con ellos para que ayuden a vigilar la vivienda.
Pero seguramente te des cuenta de que nuestros perretes no solo ladran. Son capaces de emitir otras muchas voces y sonidos por la boca. Entre todos ellos, cada uno con un motivo y una razón de ser distinta, acaban por configurar un idioma propio a través del cual comunicarse con el entorno que les rodea. El gruñido, los gemidos o llantos son sonidos habituales, pero hay otro que llama bastante la atención: cuando aúllan.
El aullido es un sonido que hemos relacionado tradicionalmente con los lobos. Si nunca has escuchado alguno en la vida real, paseando por el bosque o la montaña, seguro que gracias al cine, la televisión y la música tienes una idea bastante clara de cómo suenan. Se escuchan a kilómetros de distancia, cada uno tiene el suyo propio e históricamente se han asociado a un vínculo con la luna llena o a un sentimiento de tristeza del animal, aunque todo es fake. Los aullidos tienen diversas funciones: comunicativas, emotivas y sociales. En un alto porcentaje de las veces, los usan para encontrar al resto de miembros de su jauría.
Tal vez te sorprenda saber que los lobos no son los únicos que aúllan. También lo hacen un puñado de otras especies mamíferas: los chacales, los coyotes o los dingos también emiten aullidos como sonido predominante en su día a día. Pero no solo eso: los zorros o las hienas también llegar a aullar de vez en cuando, aunque no sea su voz más común. Y lo mismo les sucede a los perretes.
En torno a esta, una de las más curiosidades de los perros que más interés despiertan, han surgido un montón de mitos y leyendas. Que si la luna llena genera una especial conexión con ellos, que si son un mal augurio, que si la presencia de fantasmas despierta sus sentidos y hace que quieran dar la voz de alarma… Lo cierto es que ninguna de estas creencias populares tienen que ver con la realidad.
Son pocos los estudios realizados sobre la materia. Pero la bibliografía existente apunta a que el origen de que los perros emitan este sonido tiene que ver su pasado. Los perros provienen, por si no lo sabías, de los lobos, de los que han heredado buena parte de comportamientos y actitudes. Y el aullido es una de ellas: de hecho, existen ciertas razas en las que este golpe de voz recuerda mucho al de sus parientes cercanos.
Los aullidos tienen por lo tanto que ver con la genética. Todas las razas pueden emitirlos, aunque la frecuencia de uso de este sonido varía mucho de unas razas a otras: las más antiguas, tradicionalmente presentes en las regiones septentrionales de Europa y América, lo hacen más a menudo. El husky siberiano o el esquimal americano son algunas que más gusto le han cogido a eso del aullido.
Pero, ¿por qué en ocasiones aúllan en vez de ladrar o gruñir? ¿Tiene algún tipo de significado? ¿Está asociado a momentos concretos o es algo aleatorio? El hecho de que los perros los utilicen responde a diversas situaciones que hace que opten por este sonido y no otro. Si tienes un perrete en casa y te ha extrañado oírle aullar, toma nota. Puede ser por varias causas: