Amamos tanto a nuestros chuchos que a veces no nos damos cuenta de que pueden tener problemas propios del diván de un psicoanalista. ‘En el útero materno su animal escuchó lo que no debía, y ahora odia a sus semejantes, los ve como a seres inferiores a los que desea gobernar con sangre y fuego. Su perro tiene un traumita, vamos a explorarlo, no se alarme’.
Más allá de la chanza, tan cierto es que hay canes neuronormativos como otros aquejados de fobias irracionales y problemas de salud que van más allá de una gastritis o una astilla en una pata.
Te contamos qué puedes hacer si tu perro tiene miedo a otros perros. Tranquilidad. Hay solución, y no necesitarás un diván.
No es raro encontrarse con perros muy amantes de la seguridad del hogar a los que no les gusta tanto la calle como parecería, o incluso con aquellos que tienen verdadero rechazo y pavor a ciertas señales del exterior, a los petardos o a sus congéneres. Hay que guillotinar el problema. Los perros son animales sociales, criaturas de manada; su educación y bienestar dependen de ello. El miedo a los otros perros está relacionado con el sentimiento de sumisión (irracional).
Es fácil darse cuenta de cuándo le pasa algo ‘anormal’ a tu mascota con los demás perros. Le verás agachar la cabeza, bajar las orejas, gruñir o gimotear de forma incontrolada. Las señales son muchas, y muy distintas.
Es posible que, dada una situación así, tu perro haya desarrollado una fobia a sus congéneres que se manifiesta en sus reacciones. Lo que está diciendo es: ‘no te acerques, no sé qué intenciones traes’. No hay que buscar culpables. Es un mecanismo de defensa.
Los expertos en entrenamiento canino y los veterinarios suelen hablar de distintas causas para este miedo de tu perro a los demás: falta de contacto con otros perros en la época en que era más necesaria (de cachorro). Otro motivo es una experiencia traumática que ha permanecido latente y no se ha trabajado durante la cría. Si a tu perro le han atacado en el pasado, o si no ha podido integrarse en los juegos con otros canes y ha sentido miedo, también se puede rastrear ahí un motivo de peso para este súbito pavor ‘al otro’.
En los perros abandonados que más tarde son adoptados, por ejemplo suele ser necesario un larguísimo periodo de adaptación, de años incluso, para rebajar o limar esas barreras psicológicas y amenazas que sintieron cuando no tenían casa, comida caliente y sufrieron malos tratos. Estos animales tienen miedo a casi todo lo que interactúa con ellos. Se vuelven miedosos, irascibles, tensan todo el cuerpo y es muy difícil transmitirles el mensaje contrario: te quiero y te acepto y te cuido.
Es paradójico también lo que nos cuentan los expertos acerca de nuestra actitud sobreprotectora cuando nuestro animal ve a los otros y tiene miedo, se aparta, gime, se esconde y tiembla. Solemos acariciarlo e infundirle calor y cariño, cuando parece ser que esto es contraproducente. También le castigamos. En ambos casos, es una actitud que refuerza su miedo al otro.
El perro relaciona estos conceptos y esto le hace legitimar su comportamiento asustadizo. Los veterinarios y entrenadores recomiendan mantener una actitud neutral, por mucho que nos cueste, cuando nuestro animal se muestra reacio al contacto con otros perros y empiezan los ataques de pánico y los temblores.
Para empezar a tratar este problema necesitarás una paciencia de asceta. Es un proceso contraintuitivo y lento que te pondrá a prueba y depende mucho del carácter de tu animal y el alcance de su miedo.
Lo que parece que tenemos que hacer (darle cariño, premiarlo, comprenderlo) no es lo que le llevará a comprender que no hay que tener ningún miedo de los otros perros. Esto viene después.
El primer paso (ya, ya sabemos que va contra tu instinto paternal y maternal) es no recompensar el miedo con cariño y establecer una rutina que enfrente a tu perro con su temor. No a las bravas, claro. Lo llaman ‘desensibilizar’. Tienes que sacarlo al parque, dar tu paseo habitual y mantenerlo alejado de los otros perros al principio, y poco a poco, como hacías cuando empezaste a entrenarle sin darle un premio, tratar de aumentar el contacto con otros canes reduciendo la distancia con sus juegos y carreras. Mantenerse a distancia, acercarse, acercarse más. Puedes diseñar estas aproximaciones y dividirlas por los días de la semana.
Tú conoces a tu animal, así que, si cuentas con amigos dueños de otros perros, puedes hablar con ellos para tratar de juntar a tu perro con los que sean más calmados y amigables y evitar a los que son conflictivos o demasiado energéticos. El perro tiene que entender por tu actitud (tú eres la jefa o el jefe ‘de la manada’) que no existe ningún peligro ni amenaza. Si te ve en contacto con otros animales, instintivamente, acabará por aceptar la normalidad de la escena y que no hay nada malo escondido detrás de estas simples escenas entre amos y canes.
Otro de los pasos importantes es acostumbrar al perro a la presencia de los otros mediante el acondicionamiento inverso: el perro debe emparentar su miedo con un refuerzo positivo, algo agradable que no le haga enseñar los belfos paralizado por su neura. Como si le dijéramos: el miedo te traerá cosas buenas (una galleta, un cariño, un minuto de juego contigo).
Si otros perros se acercan a tu perro, deja que tenga miedo pero dale un premio cuando estas dos situaciones coincidan, de manera que le hagas comprender que no hay nada malo en estar rodeado de sus hermanos peludos. También puedes jugar con él cuando otros estén cerca, o hacer que se acerque mientras tú acaricias a uno de ellos. Tienes que fijarte en que el perro no esté aterrorizado, y aprovechar para darle la galleta (o el premio) solo cuando esté inseguro y la situación sea manejable.
En esta reeducación de tu perro no estás solo. Puedes ayudarte de un adiestrador para diseñar un plan progresivo, o dejar a tu animal en manos de un entrenador canino con conocimientos suficientes para cambiar su terror por afecto.