No es así en todos los países del mundo, pero en España vinculamos el número siete a la suerte. Se trata de una cifra muy popular, asociada al cambio y la perfección desde la época de Hipócrates: siete son los días de la semana, los planetas que observamos en el cielo y el tiempo que Dios tardó en crear el universo, según múltiples religiones. Siete son también las notas musicales, los pecados capitales y el número de años de mala suerte que recibirás si se te ocurre romper un espejo. En ese contexto, no parece extraño que hayamos extrapolado la divinidad del número siete a otros ámbitos de la cultura más popular, como las vidas de un gato.
De hecho, las siete vidas de los gatos han dado pie a numerosas teorías, ya que esta creencia (ahora frase hecha) está muy extendida en todo el mundo. En algunos países anglosajones son tan fans de los mininos que les dan dos oportunidades extra, sumando 9 vidas a sus mascotas. Y, aunque lo cierto es que los gatos tienen habilidades sorprendentes, sabemos que no tienen más oportunidades en el mundo que las que tú o yo tenemos. Así que, ¿de dónde viene exactamente esta expresión? En Yasss te lo contamos.
Ágiles, rápidos, flexibles y muy inteligentes, los gatos pueden salir airosos de situaciones que ningún humano podría, como caídas a gran altura. Esto lo consiguen gracias a su capacidad para enderezarse en pleno vuelo, apoyados en su cola. Sus capacidades han generado siempre tanta fascinación que, alrededor de la década de los 80, se llevó a cabo un estudio en Nueva York que mostró que más del 90% de los felinos que se habían precipitado desde un edificio alto (más de 130 gatos que habían llegado a una clínica de emergencia por dicho accidente), habían sobrevivido sin secuelas muy graves.
Con estas hazañas, es normal que fantaseemos con sus múltiples vidas. Ya lo hacían otros antes de que existiesen los rascacielos y las probetas: en Egipto ya se rumoreaba que los gatos tenían seis oportunidades más que los humanos para vivir. Algunas teorías apuntan a que los egipcios consideraban que el gato era el animal que compartía con el hombre la capacidad para reencarnarse (al morir, el alma se traslada a otro cuerpo), y creían que, en la séptima vida, el felino pasaba a encarnarse en humano.
Otras teorías dan explicación a la creencia anglosajona de las nueve vidas. Esta dice que, en una reunión, se asociaron nueve dioses egipcios: Ra, Nut, Geb, Isis, Osiris, Neptis, Seth, Shu y Tefnut. Después, el primero viajó a los inframundos con la forma de un gato y se otorgó nueve vidas, una por cada dios. Hay que recordar que, en Egipto, el gato era considerado un animal sagrado: suma eso a los nueve dioses y a la habilidad del animal para sobrevivir a caídas de campeonato. Esa creencia no sorprende en absoluto.
El gato es muy fuerte y tiene unas capacidades que le convierten en un superviviente nato, pero somos conscientes de que no tiene más que una vida y, como cuidadores, somos responsables de ella. Más allá de su capacidad para saltar hasta diez veces la longitud de su cuerpo o caer de pie, utilizando su cola como timón, nada nos asegura que una caída no pueda ser fatal o tener consecuencias muy nocivas para su salud.
Por ello, lo mejor es evitar que el gato se acerque a los balcones o terrazas de manera innecesaria. Si puedes, coloca dispositivos de protección para evitar el peligro: así, no solo ayudarás al animal, sino que tú también estarás más tranquilo. En el caso de las ventanas, también puedes probar distintos objetos para evitar que el animal se caiga, como mosquitas correderas o extensibles o incluso redes de quita y pon. Hay modelos muy económicos y son una opción muy útil y segura.