Fiesta o drama: bañar al gato tiene sus tiempos y no a todos les gusta
Los gatos odian el agua y bañarles puede ser una auténtica pesadilla
Los gatos no necesitan que los laves casi nunca, ¡ya lo hacen ellos solos!
Que los gatos odian el agua no es nada nuevo, y eso lo saben sus cuidadores mejor que nadie. Es muy habitual: su gato vuelve a casa después de dos días desaparecido, oliendo fatal y con barro hasta el lomo. Con pena y ternura, su dueño lo coge como un bebé y lo mete en la ducha. Total, si tampoco la lía cuando bebe agua, ¿cómo va a hacerlo si le metes debajo del grifo? Confiado, enciende la ducha, señala con la alcachofa hacia el felino… y desata el apocalipsis. Porque al minino le da lo mismo su olor y aspecto corporal: solo sabe que no le gusta el agua y que tú quieres mojarlo. ¿Y qué dice eso de ti, eh?
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Un poco magullado y mosqueado con su mascota, el cuidador se sienta en el sofá. ¿Realmente es tan necesario lavar a su gato? ¿Merece la pena perder su cariño por un bañito de nada? Y, sobre todo, ¿cuántos arañazos te va a costar que deje de oler?
Si alguna vez has estado en esa situación y tienes miedo de lo que pueda pasarte, tranqui: seguramente no sea tan terrible. E incluso aunque lo sea, no tendrás que repetirlo tantas veces como para que se convierta en tu pesadilla. Los expertos recomiendan lavar a un gato lo menos posible, y para ahorrarte disgustos, en Yasss te damos las claves para que sepas cuándo y cómo lavar a tu gato. Y así os ahorráis disgustos los dos.
Lavados, los justos
Deja las duchas de tu gato para bodas, comuniones y otras ocasiones especiales. Evita marcar un horario con fechas en las que bañar a tu gato, porque ni tú ni él lo pasaréis bien. Pásale un agua si se mancha al salir de casa, si se tira algo encima y es especialmente pegajoso, si el olor empieza a ser particularmente desagradable o si tiene enfermedades en la piel. Mantén más ojos en los gatos con pelo largo, pero, por norma general, deja que él se lave solo.
Si tu gato está sano, no hay motivos para hacerle pasar por el grifo. ¿Y eso por qué? Bueno, porque los gatos ya se encargan de acicalarse solitos. De hecho, bastante más de lo que pasas tú en el baño: al menos dos horas al día. Y le echan ganas, no creas, que ponen todo su empeño, dientes y lengua en limpiarse su pelo y su piel.
Además, ten en cuenta que tu gato es un animal que se rige por el olfato. Su manera de estar en los sitios pasa por dejar su olor por todas partes, para que el siguiente que llegue sepa que ese lugar es de su propiedad. Y precisamente por eso hay que evitar lavarles, porque su olor es precisamente su seña de identidad, su manera de estar en los sitios.
Las feromonas, el marcaje
Tu gatete se mueve por los sitios oliendo y dejando su rastro, mediante aromas y señales químicas. Te habrás dado cuenta solo: amasa los cojines, se restriega contra las cortinas y, básicamente, frota su cuerpo contra todo lo que pilla. De hecho, uno de los órganos más característicos de los felinos es el órgano de Jacobson, alojado junto al paladar: una segunda nariz que sirve para analizar las feromonas de otros gatos, y con la que cuentan casi todos los felinos.
Esas feromonas son esenciales para tu gato, porque le sirven para moverse por el mundo. Bañarle y despojarle de esa marca de identidad es como borrar todo tu registro de golpe, así que evita hacerlo siempre que puedas. Ahora bien, lo que si puedes hacer es cepillarle el pelo con cierta asiduidad. Si tiene pelo corto, basta con una vez a la semana, pero si tu gato es de pelo largo tendrás que hacerlo casi a diario. Tanto él como tus alfombras lo agradeceréis.
De todas formas, hay ciertos casos que sí merecen un buen agüita y champú para gatos (no vale cualquier cosmético, ¡pregunta a tu veterinario si no quieres hacerle daño en la piel!), como que se meta en la alcantarilla más asquerosa de España, que vuelva después de tres días de farra hasta arriba de pulgas o que necesiten ayuda para lavarse, bien por motivos médicos o porque tienen una edad avanzada.
Coge muchas toallas y métele en el lavabo: será más fácil controlarle ahí. Cúbrelo todo con toallas, para que tu minino no resbale, y llena de agua templada el fondo. Si puede ayudarte alguien, mejor que mejor, porque tu gato va a intentar rebelarse. Si puedes, enjuaga solo las zonas manchadas y evita la cabeza, pero si ves que no es posible, olvídate, aclárale y déjalo estar.
Prepárale un sitio caliente y cómodo en el que pueda secarse y un plato irresistible con el que premiarle al final. El mal rato se lo ha tragado él, ¡reconóceselo! Y tú recuerda que es ese carácter rebelde (y un poquito complicado) el que te hizo enamorarte de él.