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Hackear tu técnica y otros consejos para aprovechar el tiempo estudiando

  • Es importante estudiar de forma activa, con técnicas fiables que te ayuden a retener la información sin repetirla como un mono

Estudiar es tu maldición, tu avada kedavra. Te va drenando la vida. Reconócelo: es la octava vez esta mañana que vas a la nevera a picar algo o sales de la biblioteca a fumarte un piti, y todavía te quedan arrastrar la vista por un montón de temas de los que solo te sabes el título. Con esto de hincar los codos a menudo nosotros somos nuestros peores enemigos: la procastinación, la falta de concentración o tu facilidad distraerse pensando en mirar el Instagram de tu crush hacen el resto: la nada, los parciales, el suspenso. Todo el verano sudando teoría a la espera de la recuperación.

Te contamos algunos métodos para doblegar a tu cabeza distraída, aprovechar el tiempo y estudiar mucho mejor. Un tip: cómo estudias es más importante que cuánto estudias.

A evitar

Antes de entrar en algunas de las técnicas, tienes que evitar estos tres hábitos. Nos los han enseñado desde pequeños y nuestra cabeza está programada de forma instintiva para repetirlos. La mala noticia es que son bastante inútiles. No te favorecen nada para retener a largo plazo la información.

  • Releer a la fuerza, o dar vueltas como un búho por las mismas páginas una y otra vez hasta que ‘parece’ que te lo sabes.
  • Depender del subrayado por encima de todo, porque es otra manera de forzar al cerebro a creer que esa información se ha memorizado, cuando no es así. Hay que complementar esto con otras técnicas.
  • Transcribir demasiado en la elaboración de tus propios temas: otra forma de decirle a tu cabeza que ya se sabe algo que no se sabe. Cualquier resumen que hagas de la teoría debe priorizar estos cuatro componentes: organización de las ideas, traducción a tus propias palabras, simplificación y facilidad para poder repasar.

Algunas técnicas

Compartimentar (método Pomodoro): Una de las mejores maneras que tienes para ser más efectivo estudiando es transformar la clásica matada de seis-ocho horas dopando a tu cerebro con información (y olvidando casi todo al día siguiente) en bloques de tiempo, a los que también puedes asociar ‘tramos’ (temas, subtemas, apartados...). El más famoso es el método Pomodoro, que no solo se aplica en la mejora de nuestra productividad, sino que también es muy útil a la hora de estudiar para un examen importante. La ciencia lo ha dicho ya. Nuestro cerebro asimila, procesa y retiene mejor la información cuando estudiamos en segmentos o bloques de entre 25-30 minutos, con descansos de 5 minutos entre cada segmento. Cada cinco bloques o ‘pomodoros’ puedes descansar entre 15 y 20 minutos.

Rutina fija: hackear tu forma de estudiar no requiere de complicadas torres de babel o de arcanas técnicas, solo un poco de sentido común. Cuando acostumbramos nuestro cerebro a ciertas tareas o procesos, este los optimiza automáticamente, y en el caso del estudio se ha comprobado científicamente que mantener una rutina fija nos ayuda mucho a la hora de ser más productivos. Horario definido, objetivos por sesión y un espacio tranquilo que te permita concentrarte.

Tarjetas de información: otro método que parece magia. Es incluso mejor que subrayar, y especialmente indicado cuando ya te sabes la teoría y solo necesitas recordar, mediante la nemotecnia y el resumen, una determinada secuencia de conceptos o ideas que vas a poder desarrollar si te lo piden. Utiliza tarjetas, que son cómodas y se recuerdan de un primer vistazo.

Preguntas activas: si al estudiar un tema reelaboras la información importante en forma de preguntas que puedas responder para explicarte lo mejor posible la teoría, tu cerebro empezará a saltar vallas. ¿Por qué esto (concepto, idea) es verdad? ¿Cómo relaciono este esquema con lo que ya sé? ¿Qué datos son nuevos? Esta es una técnica de estudio ‘activa’ en lugar de una pasiva, que es la que normalmente utilizamos. En las técnicas pasivas, la información rebota y nunca se queda donde debería, hasta que acaba perdiéndose.

Tú eres tu público: esta técnica se usa sobre todo para ensayar presentaciones, pero es igualmente efectiva a la hora de sustituir la memorización por la capacidad de retener la información más importante. Haz una prueba sencilla. Estúdiate un determinado tema y grábate exponiéndolo como si se lo estuvieras contando a un amigo, o incluso a ti mismo. Es una manera buenísima de ‘fijar’ teoría y discriminar lo importante de lo accesorio.

Simular un examen: Aunque parezca una tontería, ponerte un examen con lo que necesites aprenderte sí o sí va a hacer que tu cerebro se ponga las pilas y se comporte como lo haría en la hora fatal. Así que ya sabes: escoge las preguntas más perras que se te ocurran o los problemas que más te exijan y ponte a ello, con tu cronómetro y tu momento de ‘bolígrafos sobre la mesa, el tiempo del examen ha concluido’. Si lo haces con un amigo, donde cada uno escoge las preguntas que el otro va a responder, mucho mejor. No habrá tanta trampa y cartón como si fueras tú el que te examinas a ti mismo.