El término plumofobia hace referencia al rechazo que sufren las personas por su expresión de género, es decir, por el simple hecho de tener gestos y actitudes que, según la heteronormatividad, son propios del sexo contrario. La discriminación por la pluma está, desgraciadamente, a la orden del día a través de situaciones cotidianas que viven hombres a los que el binarismo de género considera "afeminados", así como mujeres a las que ese mismo dualismo sexista heteropatriarcal etiqueta como "masculinas".
"Desde pequeños nos indican que las mujeres deben ser femeninas y los hombres machotes, sin replantearse qué es eso de lo femenino y de lo viril y por qué deben estar necesariamente ligados a los genitales que tengamos", explica Guillermo López de Apoyo Positivo, ONG que respaldó la campaña #StopPlumofobia que en 2017 puso en marcha el bufete creativo López Rekarte. La iniciativa contó con la colaboración de rostros conocidos como Unax Ugalde, Alberto Velasco o Miren Ibarguren.
"Fue un toque de atención sobre la plumofobia que está ahí y la necesidad de cuestionarla en pro de la aceptación de una realidad social diversa. Pedimos participación de mujeres y hombres difundiendo en redes sociales actitudes o imágenes atribuidas a la pluma, como las manos de un hombre con las uñas pintadas", explica Guillermo López de Apoyo Positivo, que además alerta que la plumofobia ha aumentado incluso dentro del propio colectivo gay.
El psicólogo Juan Macías Ramírez, especializado en LGTBI, analiza para Yasss por qué cree que la plumofobia se da también dentro del ámbito gay. "Nuestra cultura es esencialmente machista y homofóbica y las relaciones entre hombres homosexuales no están libres de esta herencia. Existe cierto culto a lo masculino en cuanto a la imagen física y los roles y lo que no cumple esa masculinidad normativa es en ocasiones despreciado por algunos", cuenta Juan Macías.
"En las aplicaciones para encuentros entre chicos tipo Grindr es muy común encontrar perfiles del tipo 'masculino por similar', 'sólo hombres de verdad', 'no plumas', 'fuera locas', 'sólo tíos que se comporten como tíos', etc. También puede haber miradas o comentarios despectivos en espacios gays. Esto incide en la autoestima de muchos chicos, que hace que se replanteen sobre su identidad y si hay algo malo en ellos", dice Guillermo López de Apoyo Positivo.
"En el desarrollo de la propia identidad hemos necesitado 'pelearnos' con estos referentes machistas y homófobos y encontrar nuestro lugar. Algunos hombres en este proceso se liberan en buena parte de estas ataduras, pero otros construyen su propia identidad en torno a ellas y perpetúan estos valores", explica el psicólogo Juan Macías, que aclara que "la plumofobia no debe confundirse con un elemento de endodiscriminación entre hombres homosexuales" y que "no es un concepto del mundo gay, sino del mundo heteronormativo".
Es necesario plantar cara a la plumofobia y como mejor se puede hacer es a través de la educación. Es imprescindible que quede claro algo tan fundamental como que la expresión de género de cada uno es independiente de su sexo y de su orientación sexual. Y como dar visibilidad al problema también resulta muy importante, en Yasss hemos hablado con seis jóvenes que nos han contado sus experiencias.
"Desde pequeño he sido afeminado y aunque, en general, no me he sentido rechazado por ello sí tuve durante mi infancia algunos episodios que me hacían ver que quizás aquello podía no estar bien. Mi padre era un hombre con una educación bastante tradicional y que carecía de empatía alguna. Una de sus frases favoritas era 'eso es de maricones'. Le valía para todo; para recriminarme que jugara con Barbies, que me gustara estar en la cocina con mi madre mientras cocinaba, para decirme qué música debía escuchar, etcétera. Yo tenía solo 5 años y posiblemente ni siquiera era consciente de mi sexualidad de una manera clara, pero él sí veía claro que mi amaneramiento era un aspecto a corregir. Mi padre salió de mi vida años después y mi 'pluma' se quedó, porque es parte de quien soy".
"En lo que llevo vivido la pluma ha sido un condicionante en muchos aspectos, en mi familia, entre amigos, hasta en mis relaciones sexuales. Quedé con un muchacho por el Grindr y todo iba como la seda. Nos pasamos fotos, ubicaciones, habíamos hablado (dentro de lo que se puede llamar conversación por Grindr). Total, que nos habíamos gustado y quedamos en que tiraba para su casa. Por el camino le mandé un audio diciéndole que ya estaba llegando (segundos de audio). Me pregunta si tengo pluma y yo le digo que sí. Me dice que le corta el rollo, pero me dice que bueno, que no pasa nada. Llego a su casa y no me responde al portero, me da por mirar Grindr y me había bloqueado".
"Me ha pasado muchas veces. Lo gracioso es que te lo pintan como una preferencia sexual o como un mero gusto… Pero creo que va más dentro de una cuestión de estatus que de gustos, donde entra en juego la heteronormatividad del colectivo, aparte de la homofobia adquirida que tienen muchos tíos".
"En el cole los chicos se metían conmigo, me tocaban el culo y acosaban por mi pluma. En una ocasión uno de los chicos me escribió haciéndome creer que se había pillado por mí, me citó en un sitio para hablar y nunca se presentó. Después me enteré de que se habían estado riendo de mí por ello y que todo era una trampa. Ya de adulto he sentido rechazo a la hora de ligar. En Grindr tengo un enunciado bastante contrario a la plumofobia y lo cierto es que me escriben bastante menos desde que lo puse".
"Veo plumofobia desde niña, pero antes no sabía que se llamaba así. De hecho, mucha gente no sabe ni que se llama también pluma a lo de las chicas. Otros lo llaman 'martillo' intentando hacer la gracia, que no sé qué es peor. Desde siempre me han llamado 'marimacho' solo por jugar al fútbol en el recreo. Está cambiando un poco, pero aún sigue en el aire juzgar tu feminidad por cómo se supone que te mueves. Habría que definir primero qué es ser femenina y quién ha inventado las normas que te hacen serlo o no. ¡Con todas las mujeres tan diferentes que hay en el mundo!".
"Hemos crecido en códigos machistas y esa presión sobre el cuerpo no solo pasa en la calle, sino también en las apps: yo he usado Wapa para conocer a chicas en alguna ocasión y muchas escriben 'solo femeninas' sin darse cuenta de que están participando de los prejuicios hacia ellas mismas. ¿Eso qué es? ¿No llevar el pelo corto? ¿Entonces Audrey Hepburn tiene pluma? El típico 'Vale, puedes ser lesbiana, pero sin que se note mucho' dicho por un gay o por otra lesbiana merece una pensada de todos".
"A través de mi Instagram la gente cree que debo tener una vida muy divertida y que mis payasadas son algo puntual, pero cuando parecen mostrar interés y me invitan a una caña y ven que soy tal cual me muestro se asustan y desaparecen sin más. El otro día, por ejemplo, me dijeron que qué pena que fuera tan 'amanerado' como respuesta a uno de mis vídeos. ¡FLIPO! También me marcó que un representante de artistas muy conocido me dijo en su día que tenía que quitar el acento canario y tener menos pluma si quería llegar a algo".
"Los gays somos en este sentido nuestros propios enemigos. Podría llegar a entender que haya quien no le atraiga la pluma (al igual que a alguien, independientemente del género, le guste un rubio o un moreno), pero… ¿despreciarla de esa manera a través de apps o cara a cara sin ningún tipo de pudor? Es aberrante, me enfada y ojalá esos gays que reniegan de la pluma abrieran los ojos y se dieran cuenta de una cosa: no hay ni un solo maricón que pueda decir que NO tiene pluma, porque en el momento de mayor intimidad me juego el cuello a que la tiene y seguro que no le gustaría sentirse menospreciado por ello".
"En Grindr ya doy por hecho que voy a encontrar plumofobia, pero lo que no me esperaba es que fuera a encontrarla de forma tan fea en Tinder. Estaba hablando con un chico, sin conocernos aún en persona, y tras varios días de chat, en los que claramente había interés por parte de ambos, de repente me hizo lo que para él debía ser LA pregunta: '¿Eres masculino? No es por nada, preferencia simplemente'. Él no paraba de justificarse diciendo que era cuestión de gustos, pero para mí no es eso".
"Realmente pienso que lo que hay detrás, y se lo dije, es un problema de rechazo y asco por lo femenino y masculinidad tóxica. Hay tíos que están dispuestos a dejar de conocer a otro con el que claramente tienen química solo porque no siguen las normas establecidas por una sociedad machista. A los hombres nos han impuesto desde pequeños una serie de características que 'definen' lo que es ser hombre para la sociedad y cualquier cosa que se aleje de eso ya es susceptible de rechazo".
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