"¿Qué si me han hecho alguna entrevista en un baño? ¡Nunca! ¡Punto extra!", dice riendo Luna Miguel. Ha llegado desde Barcelona, donde vive con su hijo Ulises, de tres años, y su pareja, el también escritor Antonio J. Rodríguez. Por fin tiene entre las manos su primera obra en prosa, sobre un tema que además le interesa mucho: "Me ha obsesionado siempre: ¿realmente Helena –la protagonista de su novela- puede amar a este hombre, puede existir un amor real entre ellos? ¿O siempre va a haber una situación de desigualdad?".

Ahí lanza la piedra Luna, y no esconde la mano. Tiene clara su posición en la polémica sobre la revisión de la obra de Nabokov de los últimos años: "Mi postura es 100% a favor de leer el libro y 100% a favor de debatir todo lo que hay dentro. Ahora, cuando nos estamos planteando cómo mirar el mundo desde una mirada más crítica y feminista, es necesario seguir revisando los clásicos. Es una gran obra precisamente porque lleva 60 años haciéndonos reflexionar".

Pero la suya no es la de Vladimir. En su novela, a una Helena de 30 años le comunican la muerte de su antiguo profesor de literatura del instituto, del que se enamoró a los 15 años. Un círculo -doloroso- que se cierra. Allí se encontrará con sus amigas de entonces, sus primeras lecturas, las calles desoladoras que la vieron descubrir su sexualidad y, también, con la mujer de Roberto, que acaba de encontrar el libro que él escribió para su amor prohibido.

"He querido ver cómo un personaje muy popular se ha ido desvirtuando y convirtiendo en muchas cosas. Lolita como palabra es mucho más que un personaje literario: es una colonia, muchas canciones, pornografía, japonesas disfrazadas de peluches, pintalabios… Es demasiado. Lolita lo es todo", explica Luna.

"Si fuera una comida, sería una especie de nube esponjosa en el imaginario colectivo. Me interesaba ver cómo este mito acababa calando en nosotros y en un personaje de 15 años como la Helena de mi novela, que ni siquiera tiene los 13 de la de Nabokov. Una pregunta que me hice es 'cómo ser Lolita después de Lolita", explica la escritora, nacida en Alcalá de Henares (1990). Y en esa clave hay que leer su novela:

¿Cómo es ser Lolita después de Lolita?

Helena es una persona que está enamorada de alguien mucho mayor que ella, lo que la convierte en una Lolita. No puede negar que ese referente exista y que sea más poderoso que su propio deseo. Ese era uno de los puntos de partida.

¿Cómo es la tuya?

Mi Lolita no es Lolita, es independiente y cada vez más consciente de sí misma.

Helena dice: "No voy a volver a caer en tu trampa ni tú en la mía". ¿Abuso o amor?

Es consciente de lo que está pasando porque ella sabe lo que es ser una Lolita, lo ha leído, tiene el libro. Sabe qué hay al otro lado. Pero más que provocar, Helena no quiere provocar una situación de abuso, sino que Roberto le corresponda al deseo que ella siente por él. Es algo que a mí siempre me ha obsesionado: ¿realmente Helena puede amar a este hombre? ¿Puede existir un amor real entre ellos? ¿O siempre va a haber una situación de desigualdad? Ella quiere estar con él, el problema es que no sabemos si está bien que ellos estén juntos. En el caso de Helena hay además una situación de desigualdad obvia, porque él al final se aprovecha de ese amor que ella siente por él ciegamente. Pero ella no construye trampas, los dos juntos han caído en todas las trampas a las que puede llevar una situación así.

Tu Lolita dice varias veces 'no'

Decir 'no' era necesario también. Era una manera de subrayar el abuso. Quería demostrar que no, que ella no quería. El 'no' debería tener más peso del que tiene en esta sociedad. Hay una escena de violación clara. Quería subrayar que muchas veces podemos desear algo pero ese algo se puede torcer y cuando ese algo se tuerce hay que respetar la voluntad del que no quiere seguir con eso. Puede haber momentos en los que, incluso en el mito, puede parecer que lo provocaba. Ya, pero una cosa es que alguien provoque y otra que tú lo hagas. La responsabilidad no debería caer sobre una niña de 13 o 15 años, sino sobre el que ejecuta.

¿Qué parte biográfica hay?

Hay zonas de ciudades que conozco bien, como Alcalá de Henares, Barcelona y Almería. Y las lecturas que ella hace a los 15 años fueron las mías. Releí mi diario de entonces para coger el tono. De hecho, hay una parte en la novela que es un diario, quería mantener esa parte más lírica.

¿Hubo un Roberto en el universo?

Bueno, hay muchos Robertos en el universo. Soy una persona muy enamoradiza y siempre me fijo en mujeres y hombres que me gustan de todas las edades y todos los tipos. Para alguien que escribe ficción está muy bien porque te puedes imaginar esas historias.

Le has dedicado el libro a tu hijo Ulises

Antes siempre dedicaba mis libros a mi pareja. Todos. Ahora también a Ulises, desde que nació. Son las personas con las que más comparto y las que aguantan mis idas y venidas cuando estoy escribiendo o pensando en otras cosas.

¿Cómo es ser madre millennial y creadora y pasarlo bien?

(Risas) Se pasa también bien con un niño. Tampoco sé lo que era ser madre siendo no millennial, así que no sé muy bien qué responder a esto. Intento vivirlo con naturalidad. Y es algo que agradezco mucho, porque me ha aportado cosas que no tenía, no solo cierta disciplina a la hora de enfocar mi trabajo sino también maneras de mirar el mundo, a mí misma o a mi cuerpo.

¿Cómo ha ido el cambio de la poesía a la prosa?

He aprendido mucho de disciplina. En prosa te tienes que poner todos los días a poner en pie el libro, sin ti no va a construirse. Exige más constancia. La poesía es otra cosa, más del instante: es más torrencial.

¿Tres versos de amor para la puerta de un baño como este?

Aleixandre, que para mí es el poeta del amor, el más encendido. 'Se querían, sabedlo' es el verso, pero hay que leer el poema concreto. Llevo tatuado un verso de Bukowski muy significativo de lo que es estar enamorado: 'hay un pájaro azul en mi que quiere salir'. Muy a favor de lo cursi. Y algún poema de Anne Sexton sobre autoerotismo y autoexploración. Eso es muy importante.

*Baño del Raro Rare