A Lluis Mosquera, escritor, director creativo y diseñador de juguetes, le pilló la declaración del estado de alarma, el pasado 14 de marzo, en Edimburgo. Volver a España fue tan complicado y llegó tan estresado a la casa de sus padres que, pasado el susto inicial, no podía parar de pensar en qué podía hacer él para ayudar a otras personas a pasar la cuarentena lo mejor posible. Entonces, se le ocurrió montar un taller de escritura online al que se apuntaron muchísimas más personas de las que él esperaba. Hoy presenta el libro 'Infinito con final', una sorpresa para sus alumnos, que recoge los mejores relatos que salieron del examen final de su Campwrite.
Si recibir por el Día del Libro un regalo sorpresa ya hace ilusión, imagina cómo deberá ser recibir, en la fecha en la que se conmemora la literatura, ¡un libro en el que sale uno de tus relatos! Así ha querido celebrar Lluis el fin de curso de su taller de escritura, una experiencia que ni él, ni sus 267 alumnos comprendidos entre 15 y 67 años, olvidarán jamás.
'Infinito con final' recoge los mejores relatos y poemas escritos por los alumnos, con una selección de los elegidos por un jurado de lujo: Carolina Ferre, Javi Giner, Maria Juan, Cristian Olivé, Ana Milán, Bea Cepeda (a.k.a. Perra de Satán a.k.a la que firma este artículo), Borja Terán, Dave Zulueta y Alberto Rodríguez.
Pregunta: ¿Cómo surgió la idea del taller de escritura durante la cuarentena?
Respuesta: Cuando llegué a casa de mis padres desde Edimburgo estuve varios días pensando: "¿qué puedo hacer yo para que todo el mundo se desestrese un poco?". Necesitaba aportar un poco, que es una cosa que hizo mucha gente el primer fin de semana de la cuarentena. Yo hago de manera habitual talleres de escritura. La semana anterior a la declaración del estado de alarma yo había hecho un Campwrite presencial en Madrid y terminé muy contento. Así que pensé que podía hacer una nueva edición online y gratis para enseñar a otros, pero también estar ocupado yo en casa. Quería dar clases por Skype, como suelo hacer siempre, y esperaba a unas quince personas, como en otros cursos que he hecho. Pero en una hora se apuntaron más de cien personas. Me fui a dormir y me dije "ya veré mañana cómo arreglo la que he liado".
¿Cuánta gente se apuntó finalmente?
Más de 260 personas. La mayoría de España, y la mayoría adolescentes, pero también gente más mayor, entre ellas mi tía, que me hizo mucha ilusión. Cuando vi que había tanta gente me di cuenta de que ya no podía darles feedback uno por uno con tanta atención como hago en los talleres presenciales, así que lo replanteé y pensé en ponerles objetivos, retos de escritura, como si fuera un talent show.
¿Cómo eran las clases?
Todos los días, yo les mandaba un mail a las cinco de la tarde con el reto del día, como si fuera yo Jigsaw o el Súper. En ese mail les contaba un poquito de teoría y les explicaba algunos de los recursos que me sirven a mí, y después les planteaba el ejercicio. Además, les animaba a compartir sus textos en redes con un hashtag en común para que perdieran el miedo a enseñar lo que escriben. También les pedía que se metieran en el hashtag y leyeran lo que habían escrito sus compañeros. Luego había retos por parejas, otras veces tenían que elegir su relato favorito y escribir algo con la persona que lo escribió… Al final, el objetivo era crear como una minipiña de gente con la misma vocación. Fueron un total de veinte retos, uno cada día, para que ellos, el día 21, pudieran elegir si querían mantener este hábito escritor que habían desarrollado.
¿Cuándo se te ocurrió la idea de publicar un libro que recogiera los mejores relatos de tus alumnos?
Desde el principio, aunque no sabía muy bien cómo hacerlo ni con qué editorial. En la mayoría de los talleres que he dado veía a gente que tenía ese miedo de que lo que escribía no era lo suficientemente bueno como para ser publicado. Los escritores no tenemos que ser editores, así que si antes de enseñar un trabajo pensamos que es demasiado malo, estamos jugzándonos de más y quitándole la oportunidad a los demás de leerlo. Pensé que al final de este taller sus relatos "fueran juzgados" un jurado inspirador para ellos y publicar un libro. Finalmente, fue la editorial Dos Bigotes quien se unió al proyecto. Sin que ellos lo supieran, el examen final ha sido publicar un libro en el que, de repente, toda esta gente que no se conocía de nada va a publicar junta. Para el que se lo quiera leer, es un libro lleno de diversidad, tan variado como la escritura misma. Además, me sirve para demostrarles que no tenemos que ser tan jueces con nosotros mismos porque quizás algo que a ti no te pareció tan bueno a otro le encanta.
¿Cómo ha sido el proceso de preparación de 'Infinito con final', este libro sorpresa para tus campwriters?
En el último reto ya les dije que no debían compartir en redes sociales. Que me lo enviasen a mí junto a su nombre y su edad. Yo revisé todos e hice un poco de profe con ellos para mejorarlos. De algunos no cambié ni una palabra, fue genial. Una vez pasada toda la fase de corrección, se lo mandé a la editorial para que lo maquetaran y se lo envié al jurado, que votó por sus favoritos. ¡De repente se encontrarán con que, entre todos, hemos hecho un libro!
Por último, ¿qué consejo les darías a los que no asistieron a tu Campwrite pero tienen ganas de aprovechar la cuarentena para escribir?
Que escriban. Que luego se relean en voz alta para darnos cuenta de lo que hacemos bien o mal, como poner siete veces la misma palabra en el mismo párrafo. Y cuando ya estén contentos con el resultado, que se lo pasen a quien sea. A su mejor amigo, a una persona que no conocen de nada, a su tía que está sola en el pueblo para que se entretenga… Lo importante es que no seamos todo el rato nuestros propios jueces. Escribir está muy bien y el proceso es muy bonito, pero tenemos que escribir para ser leídos. El proceso termina cuando alguien lo lee y te cuenta qué le ha parecido.