Kolia, el adolescente de dos metros que quería jugar desde Burgos en la NBA
El escritor Leandro Pérez se adentra en la mente de un chaval deseado por los grandes equipos
Kolia tiene catorce años, mide dos metros (por ahora), vive en Burgos y quiere jugar en la NBA. Pero no es un "querer" sin más. A diferencia de miles de adolescentes de su edad, él "puede". O "podría", más bien, si todo sigue según lo previsto. Y esa es la clave: el tiempo y las expectativas bien agitados en su cuerpo lleno de hormonas. En sus huesos alargándose, en sus tapones multiplicándose. De hecho, ya le comparan con Sabonis, Shaq y los Gasol, y Madrid, Barcelona y los americanos ya le han echado un ojo. Pero a él lo que más le interesa es otra cosa: la sonrisa de Vega, la chica de la que está enamorado. Bienvenidos a 'Kolia', la novela de Leandro Pérez que viene dispuesta a fintar a la izquierda y meterte un triple 'in your face'.
Hemos hablado con Pérez, escritor burgalés, padre de dos hijos y jugador de baloncesto de los 14 a los 17 años, poco más o menos como su protagonista. "Bueno, no aspiraba a jugar en la NBA, ni mido 200 centímetros, aunque nunca olvidaré esos días, los viví muy intensamente", nos escribe, dejando clara la pasión por este deporte que sienten todos aquellos que han soñado con emular un mate de Jordan o un pase de Magic. Si te suena, ya tienes qué leer antes y después de las pachangas.
¿Cómo es la vida siendo un adolescente de dos metros?
Complicada, como la de todos los adolescentes. La novela comienza en mayo, un mes donde los chavales que practican deportes alternan las fases finales de las competiciones federadas y escolares con los exámenes. Se enfrentan no sólo a muchos retos sino también a muchos cambios.
¿De qué va en realidad este libro?
No puedo destripar la novela ni soltar que a partir de ahora hay spoilers, así que sólo me queda decir que va, en general, de los sueños y las pesadillas que cualquiera de nosotros vivimos. Todos tenemos deseos, retos y problemas. Esta novela muestra, durante cinco meses de 2017, la vida de un chico que aspira a seguir los pasos de leyendas como Rafa Nadal, Iker Casillas, Pau Gasol o Luka Doncic. Pero no sólo hay triples, mates o tapones. Además de risas, hay lágrimas. Y su casa, su colegio y su ciudad tienen más presencia que las canchas.
"El baloncesto se puede medir, pero no hay estadísticas para el amor", dice el protagonista.
Es que, en un partido de basket, todo o casi todo se convierte en números: los puntos, las asistencias, los robos… Y en el amor nada o casi nada: como mucho, el tiempo que dura una relación. Y la vida de Kolia no gira sólo alrededor de la pelota. Está enamorado.
¿Quién es Vega?
Si no te importa, le pido a Kolia que conteste. En la novela nos la presenta así: "Todavía no es mi novia. Ni un ligue ni nada por el estilo. Por ahora es solo una amiga, mejor dicho, la hermana de uno de mis compañeros de equipo. Me flipa, cuando la veo me convierto en el picaflor más torpe y atontado de este planeta". Kolia, por cierto, usa la palabra picaflor, como muchos seguidores de Guille Giménez y Antoni Daimiel, los narradores de la NBA.
Podría jugar en el Madrid, el Barcelona o en Estados Unidos. ¿Qué pasa en la mente de un adolescente sometido a esa presión?
Muchas, demasiadas cosas quizá para alguien que todavía está madurando. No hay dos mentes iguales, pero podemos imaginar que cuando uno asciende también se eleva la altura del precipicio por el que puede caer.
¿Estamos haciendo algo mal en estos entornos pre-profesionales?
Me cuesta responder a esta pregunta, porque yo jugaba al baloncesto sólo para pasarlo bien. Un adolescente es vulnerable, frágil… Las jóvenes promesas pueden competir y soñar, pero siempre con los pies en la tierra, porque alcanzar el éxito deportivo es muy difícil. Cuando el sueño de uno es el negocio de muchos, pueden surgir infinidad de problemas.
¿Por qué crees que el baloncesto despierta tanta pasión?
Es un magnífico deporte de equipo, en el que además hay exhibiciones individuales, y donde continuamente pasan cosas. Es entretenido, emocionante e imprevisible. Tanto cuando juegas un partido o una pachanga como cuando ves un partido de chavales en una cancha callejera, en un pabellón con miles de personas o desde el televisor.
El mejor jugador de todos los tiempos es…
Michael Jordan. Sin duda. Está en mi dream team, con Magic, Corbalán, la Bomba Navarro, Curry, Petrovic, Bird, Pau, Marc, Olajuwon, Fernando Martín y Kareem Abdul-Jabbar. Jugarían ya puestos, contra Isiah Thomas, Parker, Stockton, Epi, Harden, Nowitzki, LeBron, Anteto, Audie Norris, Laimbeer, Meneghin y Shaquille O’Neal.
Uno sobrevalorado
¿Sólo uno? Por ejemplo, en su día Darko Milicic, que aterrizó en la NBA con todo a su favor. Muchas estrellas, por desgracia, se acaban estrellando. No es el caso de LeBron, extraordinario jugador, aunque no puede disputarle el trono a Jordan, creo yo. Ni Kobe (en el segundo anillo con los Lakers, por cierto, Pau Gasol mereció, como poco, compartir el MVP de esas finales).
El siguiente jugador promesa que será icono, es…
Ojalá lo llegue a ser Zion Williamson.
Abres el libro con una frase de Jordan: 'Algunas personas quieren que algo ocurra, otras sueñan que pase, otras hacen que suceda'
Porque podría haberla escrito Antonio Machado. Caminante no hay camino…