¿Te has dado cuenta alguna vez de la pluma que tienen malos malísimos de nuestra infancia como Jafar o Scar? ¿O la vinculación entre Úrsula y la estética drag? ¿O lo que se parecen Maléfica y la Reina malvada de Blancanieves a divas de la cultura pop que amamos y odiamos? Estamos seguros de que sí, y de que en alguna ocasión te has hecho esta pregunta. ¿Son gays los villanos y villanas de Disney? ¿Qué relación hay entre lo queer y estos siniestros personajes del gigante animado? Bueno, pues ni a ti ni a nosotros se nos ha ido la cabeza.
De hecho, es una de las teorías más cultivadas en torno a la productora animada, y si rastreas en internet en inglés encontrarás muchos resultados al respecto. No se nos ocurre mejor momento para hablar de todo esto que la celebración del Orgullo LGTBIQ+, aunque no todo el mundo ve positivo que la comunidad esté tan asociada a estos clichés negativos. Nosotros tampoco, pero creemos que abordar las cualidades LGTBIQ+ de estas figuras narrativas nos ayudará a entender muchas cosas sobre el reflejo del colectivo en el cine. Y lo que debe avanzar.
Uno de los primeros conceptos que nos interesa comprender para iniciarnos en este debate es el de queer-coding, muy habitual entre los expertos que tratan estos temas de representación cultural. De hecho, hay hasta un documental sobre esto, titulado 'Do I Sound Gay'?, de 2015, de David Thorpe, y que puedes encontrar en YouTube. También en esta plataforma hay un vídeo muy ilustrativo del escritor y booktuber Javier Ruescas que reflexiona sobre ello precisamente en Disney.
Pero vamos a lo interesante. Queer-coding es un término que se utiliza para referirse a los rasgos, actitudes y comportamientos de los personajes que nos llevan a pensar que pertenecen al colectivo LGTBIQ+ aunque no exista un reconocimiento explícito por su parte, y que están normalmente asociados a estereotipos y clichés concretos. Por ejemplo, cierto amaneramiento (dicho de forma más clara: pluma), son muy correctos, claros y melodiosos en su expresión verbal, tienen voces agudas o estridentes, sesean, se preocupan mucho por su ropa y su aspecto, son intrigantes y cotillas, pero asustadizos a la hora de la verdad…
¿No se te ocurre ningún referente? Tenemos para todos los gustos. Muchos de ellos son hombres o representan a personajes masculinos (aunque sean animales o criaturas) y otros son mujeres que se asocian a lo que se supone que a los hombres gays nos atrae de ellas. Scar, de El rey león, Jafar, de Aladdin, Capitán Garfio, de Peter Pan, Shere Khan, de El libro de la selva, el Gobernador Ratcliffe, de Pocahontas, Ratigan, de Basil el ratón superdetective, el Rey Candy, de Rompe Ralph, incluso Gastón, de La bella y la bestia.
Las villanas las localizas, ¿no? Maléfica, de La Bella Durmiente, la Reina malvada, de Blancanieves y los Siete enanitos, Cruella de Vil, de 101 Dálmatas, Úrsula, de La Sirenita, Madre Gothel, de Enredados… Lo curioso es que muchos hombres gays podemos llegar a sentir hacia estas mujeres cariño o conexión, por su fortaleza, su oposición hacia lo establecido, su vida en el destierro… Esto ya dice mucho de nuestra relación con estos malísismos de Disney que parecen pertenecer a la cultura queer: la experiencia en los márgenes, el abrazo de la diferencia.
Pero para entender que el queer-coding llegará a Disney tenemos que entender que existía antes de Disney. Esto merece otra pequeña lección de historia. La mojigatería que hoy le criticamos al cine estadounidense a la hora de reflejar realidades diversas encuentra su origen en el Código Hays, de los años 30 a los 60, y que eran un conjunto de normas que debían cumplir todas las películas para ser estrenadas sin ofender la frágil sensibilidad de la época.
Como imaginas, en ese Código no había lugar para las figuras gays, así que los guionistas y directores recurrían a técnicas más sutiles: el queer-coding. Esto servía como una suerte de marcador narrativo por el que se reconocía al personaje a través de su expresión de género ("si tiene esa pluma es que es gay"). Normalmente eran villanos, personalidades negativas, como puedes imaginar por la homofobia imperante, pero además se utilizaban para señalar una diferencia moral respecto a los héroes, lo bueno, lo establecido. Addison DeWitt, el personaje de George Sanders en 'Eva al desnudo' (1950), es un ejemplo paradigmático.
Pero probablemente lo más transgresor y lo más divertido de esta cultura queer en Disney son las villanas, los personajes femeninos. Porque aún nos sigue pasando. ¿No has reparado en la admiración que muchos hombres gays sienten, por ejemplo, hacia Cersei Lannister, de Juego de Tronos? Pues se remonta a personajes como Maléfica o la Reina malvada. ¿Por qué? Por lo que decíamos antes. Porque son mujeres que hacen lo contrario de lo que se espera y se aprueba, que han sido rechazadas desde lo social, por el cuidado de su estética y su aspecto físico, por su extravagancia, su teatralidad, su pantomima…
Por cuestiones como estas también nos gustan las divas pop. Y las folclóricas. Por eso su vinculación con lo drag es imprescindible. De hecho, una de las grandes némesis de la factoría, Úrsula, está basada en Divine, drag queen, actriz y cantante, musa del director gay John Waters (sí, el del capítulo de 'Los Simpson'), responsable de la Hairspray de los años 80. El cliché negativo casi se convierte aquí en un motivo de orgullo: la vida en el exilio, la autenticidad desde los márgenes.
Entonces, ¿todo esto del queer-coding y los villanos de Disney que parecen gays es positivo o es negativo? Bueno, lo interesante está en la pregunta más que en la respuesta, en la reflexión. Resulta ciertamente complicado reapropiarnos de estos símbolos del colectivo LGTBIQ+, ya que se trata de un imaginario que nació con una clara intención despectiva, pero si lo hemos hecho con "maricón" (aunque al respecto aún hay debate), cualquier cosa parece fácil. Debemos aceptarlo como parte de nuestra historia, y como parte de la historia de nuestra representación. Porque, al fin y al cabo, hay experiencias de estos personajes con las que sí nos identificamos.
No obstante, la cuestión no es que haya villanos de Disney de quienes podemos pensar que son LGTBIQ+, sino que no los hay buenos, no los hay protagonistas, no los hay héroes. Y los avances que se hacen en esa dirección, como Le Fou en La bella y la bestia de acción real, son condescendientes e insuficientes. Ojalá tener, además de un Scar con pluma, un Hércules abiertamente gay. Por ahora, esto es mucho pedir.