Sara Barquinero, autora de 'Estaré sola y sin fiesta': “Mi generación no ha aprendido a valorar la soledad"
Charlamos con la escritora Sara Barquinero, autora de la novela ‘Estaré sola y sin fiesta’ (Lumen)
En esta obra su protagonista recorre gran parte de la península en busca del amor real, el tema principal del libro
Además del amor, Barquinero trata otros temas como los cuerpos como material de consumo en época de Tinder o por qué muchas personas no son capaces de enamorarse
Imagina que vas andando por la calle un día y te encuentras un diario. Lo empiezas a leer y te das cuenta de que te apela directamente, como si hubiese sido escrito para sacudirte. Pues algo así debió de pasarle a la escritora y filósofa Sara Barquinero (Zaragoza, 1994) cuando se topó con uno en el que una mujer contaba que estaba enamorada y que sufría muchísimo por un hombre. Este hecho le sirvió para cuestionarse por qué ella deseaba experimentar un amor así, cuando tenía “una vida alegre”, y posteriormente se lanzó a ficcionarlo en su nueva novela ‘Estaré sola y sin fiesta’.
En ella, la protagonista del libro se obsesiona con un diario encontrado y con la idea de vivir un amor con la misma intensidad. Unos sentimientos extremos que le llevarán a investigar a los protagonistas de esa historia y a recorrer España pasando por Zaragoza, Bilbao, Salou y Peñíscola. Un viaje con el que intentará descubrir qué es el amor y que le servirá también para huir de su propia vida. Por el camino, se cruzará con personas y pensamientos que le llevarán a reflexionar sobre los cuerpos como material de consumo en época de Tinder o hasta dónde hay que llegar con la razón y con los sentimientos en el amor y en la vida. En Yasss hemos hablado con la escritora de todos estos temas.
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Pregunta: La obra es una búsqueda por encontrar el 'amor real'
Respuesta: Cuando escribí la novela no tenía muy claro qué era el amor real. Me preguntaba por qué deseaba yo un amor así. En ese momento quizá tenía una vida alegre y con varios desengaños amorosos y, cuando leí el diario que me encontré en la calle, sentí que me apelaba directamente y que yo quería enamorarme así y sufrir de verdad. Pero a la vez me di cuenta de que no quería eso. ¿Quién quiere sufrir por un tío que pasa de ti? La cuestión para mí era pensar cuáles eran los límites de ese amor clásico que me atraía pero a la vez me aterrorizaba.
Una historia que supone una búsqueda de un amor real, pero que es también una huida
Creo que las personas que somos obsesivas en realidad nos dejamos absorber por algo para huir de lo que no queremos afrontar. No quería hablar tanto de mí y de esa tendencia, sino de algo que es muy generacional: qué significa esa obsesión si no es querer afrontar lo que de verdad nos preocupa. Por eso decidí hacerlo de forma muy dramática, que la protagonista abandonara todo y se moviera geográficamente en busca de ello.
La protagonista teoriza mucho sobre el amor en vez de vivirlo. ¿No crees que es lo que le hace no experimentarlo?
Esto es algo muy propio de gran parte de mi generación. Creo que tenemos tan accesibles las cuestiones teóricas que muchas veces las utilizamos como una cerrazón para justificar lo que ya pensamos. Eso en el amor se ve muy claro porque siempre puedes no lanzarte porque hay algo que te dice que no lo hagas. Creo que la teoría y las decisiones racionales nos ayudan a tomar una vida que nos gusta, pero el problema es cuando solo las utilizamos como excusa para no atrevernos.
En los años 90 la estabilidad venía dada por muchas cosas y hoy cuesta más crear un modelo a largo plazo
Ese amor que busca la protagonista es uno que ella cree romántico y que a día de hoy no se podría dar. Por ello lo ubicas en los 90. ¿Piensas que ha cambiado mucho la concepción en estos años?
Es una pregunta complicada. La respuesta más fácil sería decir que en los 90 el amor era una cosa más tradicional y tóxica. Pero eso no es cierto, ya que dependiendo del estrato social en el que mires, ese tipo de amor sigue existiendo. No creo que los 90 fuera el desierto de lo femenino, ya que había referentes muy potentes, pero sí que creo que ha habido un cambio que no tiene que ver tanto con la concepción del amor, sino con la precariedad en un sentido más amplio. En los años 90 la estabilidad venía dada por muchas cosas y hoy cuesta más crear un modelo a largo plazo.
Respecto a cómo la protagonista entiende el amor, te quería preguntar por cómo lo ves tú. ¿Crees que el amor y la ética, como escribes en el libro, son incompatibles?
Eso es todo un tema en filosofía. Hay dos tipos de formas de entender la ética: la que se basa en la razón, como Kant, y la que se basa en el amor al prójimo, que tiene que ver con lo que sientes. A mí eso me resulta muy problemático, porque yo a nivel teórico pienso que lo que nos hace ser buenos es la razón y no el sentimiento, algo que no me hace ser buena casi nunca, pero a la vez me parece muy triste porque entonces cuando tienes un amor hacia alguien no puedes ser justo.
Esto es una idea que circula alrededor del libro: hasta qué punto la razón y hasta qué punto los sentimientos
Cuando amas a alguien parece que hay una exigencia de que es incondicional, por lo que no entra la razón ahí. A mí eso me molesta a nivel personal, porque me gusta el mundo regido por las leyes de la razón. Me cuesta lidiar mucho con ello.
Otro de los temas muy actuales que tocas es el de los cuerpos como materia de consumo, hasta el punto de que la protagonista se acuesta con alguien por un techo
Justo ayer hablaba con una amiga de hasta qué punto muchas veces cuando tenemos sexo, en realidad, estamos haciendo una especie de transacción casi económica. Que ni siquiera es por algo material, sino por intimidad. Un cálculo mercantil que a mí me molesta mucho. Algo violento, un consumo del alma. Una cosa que me parecía también muy problemática es que desde fuera, nunca vas a poder distinguir si un beso es de amor o de consumo. No hay ninguna diferencia. Algo así dijo el filósofo Søren Kierkegaard: “No hay ni una palabra que demuestre que un hombre ame”.
El problema es que la protagonista lo usa para huir de sí misma
Lo que yo quería mostrar en la novela es que no importa el hecho de acostarte con mucha o poca gente, sino en qué situación te pones tú con los otros. Creo que puede haber gente que se acueste con una persona diferente cada semana de forma plena, pero si lo usas para huir de la soledad te acabas sintiendo una mierda.
Además, muchas veces cuando buscamos una pareja buscamos un reflejo de quiénes somos. Por eso cuando estamos desesperadas, vamos a encontrar una mierda, porque no hay intimidad real. Pero en la novela también intenté mostrar que cuando hay una comunión real, ella sigue teniendo el mismo problema porque no se entregaba.
Si usas el acostarte con gente para huir de la soledad te acabas sintiendo una mierda
En este sentido, como titulas al libro, mejor sola y sin fiesta
Una enseñanza que no hemos aprendido en mi generación es valorar la soledad. Hay un individualismo absoluto en muchos campos, pero no hay mucha gente que esté bien en su soledad. Puedes saber que acostándote con gente los haces daño, pero aun así lo perpetras. Creo que tiene que ver más con enfocar la soledad como una forma muy infantil, ya que tener pareja no es dejar de estar sola y estar soltera no es estar sola. Puedes tener amigos, otros vínculos.
Por último, es interesante el planteamiento que haces sobre la fragilidad de la que dependen nuestras vidas. En este caso, cómo encontrarte un diario puede desequilibrarlo todo
Ese es el único poder real que se le puede conceder a la literatura. Yo no creo en la literatura de arengas, sino en la más mundana. Igual que la protagonista se encuentra un diario y le cambia la vida, a veces un libro en el momento adecuado te puede llevar a reflexionar. A mí me supuso un impulso para escribir, por ejemplo. Creo que ahí está el pequeño poder de la ficción.