José Ignacio Carnero: “Una persona deprimida es una persona fuera de la sociedad, inservible, que no siente nada”
El escritor José Ignacio Carnero publica ‘Hombres que caminan solos’, una novela en la que el autor narra desde la ficción cómo es (sobre)vivir con depresión
Un acercamiento a esta enfermedad donde ofrece interesantes reflexiones sobre por qué es la afección de nuestro tiempo o por qué sigue siendo un tema tabú
José Ignacio Carnero (Bilbao, 1986) despertó las simpatías de muchos lectores hace dos años cuando publicó su aclamada novela ‘Ama’, en la que narraba autográficamente el duelo por la muerte de su madre. Ahora, este abogado de profesión vuelve a las librerías con ‘Hombres que caminan solos’, una obra protagonizada por un personaje sumergido en una depresión que busca salidas para recuperarse. En ella, el narrador cuenta de forma muy apegada a la realidad cómo es convivir con esta enfermedad y ofrece reflexiones muy interesantes sobre por qué es un tema que muchas veces sigue siendo tabú, o cómo afecta al género masculino.
Pregunta: Has llegado a definir la depresión como una forma de producir basura
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Respuesta: Ahora que me hacen entrevistas, lo veo con los ojos de la postpandemia y todo adquiere una actualidad absoluta. Lo que llevamos haciendo durante un año, es lo que hace el protagonista durante unos meses: producir basura. Es decir, ser una persona fuera de la sociedad, inservible, que no siente amor, placer, ni deseo, que no siente nada. Que lo único que hace en su vida es consumir, pedir comida a domicilio y producir basura. No hace nada útil. Creo que muchos estamos en esas después de la pandemia.
También dices que la depresión es el pecado del mundo capitalista
Es una exageración que me permito en relación a la depresión y a la productividad. En la novela trato de explicar que uno de los elementos por los que no se habla de la depresión es porque nos convierte en personas improductivas, en seres incapaces de seguir en la rueda del sistema capitalista. Esto, en parte, explica por qué existe ese tabú alrededor de la enfermedad, ya que no producir está muy mal visto.
También digo que una persona con una patología diferente a la depresiva, que puede ser la de un adicto al consumo de determinadas sustancias que le motivan, está bien visto por el mercado porque le permite producir más. Esta enfermedad te convierte en una persona alejada del mundo que no puede realizar sus tareas. Por ello es un pecado en un mundo en el que tenemos que ser eficientes, productivos, y hacer más y mejor por menos dinero.
En el libro escribes sobre cómo es pasar una depresión, pero centrándote en el mundo masculino. Un género que parece que “no sufre” esta enfermedad, ya que el hombre “no puede ser vulnerable”
En los hombres el manejo de las emociones es más torpe que el de las mujeres. Tenemos muchos privilegios que desencadenan una serie de peajes. Como cuando nos sentimos vulnerables, que no sabemos gestionarlo muy bien. No sabemos lo que nos ocurre y se nos viene el mundo encima. Y, aunque es algo que está cambiando, esta transformación no sucede de un día para otro. Habría que hablar con profesionales, pero creo que los hombres estamos menos predispuestos a hablar y a pedir ayuda.
Se vio hace varios días con la intervención de Errejón en el Congreso sobre la salud mental, cuando un hombre “prehistórico” le gritó que se fuera al médico. Por un lado, ese parlamentario se estaba riendo de él y por otro le estaba diciendo que era un mierda, que no sabía qué hacía en ese lugar de hombres fuertes, de hombres serios que no mostramos debilidades porque estamos dirigiendo el país. Si no estás dispuesto a estar aquí, vete al médico. Le acusaba de no pertenecer a la tribu. Yo, que soy bienpensante, no me creo que ese señor no haya pasado una noche en vela o no haya tenido problemas así en su entorno más cercano. Yo creo que es un tipo muy torpe con una tabla de valores equivocada. Es algo que nos compele a todos y que tenemos que solucionar entre todos.
Por lo menos hay un hueco para la esperanza. Según sucedió, hubo una gran respuesta desde la sociedad de apoyo a Errejón
Caminamos en la buena dirección. Creo que si hablaras tranquilamente con ese diputado y le preguntaras si piensa que ese tipo de comportamientos ayuda a las enfermedades mentales, yo creo que trataría de defenderse, pero que se arrepentiría. Con un poco de empatía, esos comportamientos se irán acabando. Creo que hay mucho más entendimiento ahora que hace 20 ó 30 años. El estigma, aunque sigue presente, ha caído mucho.
En el libro sostienes también que esa depresión está en parte ligada a ese desencaje entre el mundo de hace 30 años y el actual, entre lo digital y lo analógico…
Creo que los que lean los problemas que atravesamos por la velocidad a la que va el mundo dentro de unos años, no entenderán por qué sentimos esa ansiedad. Ellos se habrán adaptado. Nosotros, cuando éramos niños, todavía habitábamos un mundo muy analógico. Era un mundo más lento. Esa velocidad que ha adquirido en las últimas décadas, nos ha pillado descolocados y con otra forma de entenderlo.
El mundo cambia muy deprisa, pero la adaptación es lenta. Muchos estamos desorientados.
Y nos ha pillado a varias generaciones. No es solo cosa de los treintañeros. El mundo cambia muy deprisa, pero la adaptación es lenta. Muchos estamos desorientados, como el narrador del libro. Vive a una velocidad que no es capaz de asimilar y por ello siente la necesidad de salirse del mundo.
Esto lo explicas muy bien a través de las relaciones amorosas: ese Tinder que nace y los ligues en persona, los cuales parece que van muriendo
Con la pandemia, imagino que una gran parte de las relaciones se hayan creado por ahí. En unos años, será normal incluir esto en los libros, series y películas. A mí todavía me siguen preguntando sobre el Tinder en la novela. Creo que dentro de unos años va a ser algo normal porque lo que somos en las redes, le está comiendo espacio a nuestra identidad real.
¿No son también las redes parte de nuestra identidad?
Totalmente. Habría que preguntarse dónde pasamos más tiempo: si en la calle o en las redes. Hay que preguntarse si la identidad digital va a seguir ganando terreno a la otra y si se va a confundir más. No es que utilicemos una herramienta para ligar, es que somos eso. ¿Dónde se pone la barrera que define lo que soy? Mucho de nuestro tiempo lo pasamos en el mundo digital. Y eso que estamos empezando.
Me resultaría extraño que de aquí a unos años, las personas no se conozcan en las redes. La cantidad de amistades y amores que nacen a través de lo digital es cada vez más grande. Y ahí está el ejemplo de la pandemia, donde todo se tradujo a lo digital. Esto viene a responder un poco a tu pregunta anterior sobre el mundo nuevo y el antiguo. Un mundo nuevo conlleva una identidad nueva que se manifestará a través de medios digitales.
Al contrario de lo que dice el título, ¿ha dejado el protagonista de caminar solo?
Tengo que puntualizar que el protagonista no soy yo. Bebe mucho de mí, pero hay ficción también. En el libro hay dos cosas que nos redimen al protagonista y a mí: la escritura, porque nos hace un ser social, y el amor. Y es que, una persona que tiene afecto, no está solo nunca.