Aaron Lee, de 'Yo soy el que soy': teatro, violín y recuerdos para luchar contra la homofobia
A los 17 años, Aaron Lee, violinista madrileño de raíces surcoreanas, le contó a sus padres que era gay sin imaginar lo que se avecinaba
En 2020, publicó el libro autobiográfico 'Yo soy el que soy', cuya versión para las tablas se ha estrenado en el Teatro Kamikaze de Madrid.
Hablamos Aaron Lee sobre su dura historia y sobre lo que representa de la violencia homófoba
'I Am What I Am', de Gloria Gaynor, es una canción muy importante en la vida del violinista Aaron Lee (Madrid, 1988). No solo porque da título a las creaciones inspiradas en ella (primero sus memorias, luego la obra de teatro), 'Yo soy el que soy', sino porque funciona como capas de una cebolla: como un himno por la libertad de ser y sentir, como reivindicación de la cultura pop como lugar seguro para el diferente, como leitmotiv musical para seguir luchando...
Hijo de un matrimonio emigrado desde Corea del Sur, crecido en un hogar donde la música y la religión eran protagonistas, Aaron decidió a los 17 años contar a sus padres que era gay, pensando, como piensa cualquiera, que ellos estarían ahí para quererle y apoyarle. Esa conversación, no obstante, desencadenó solo uno de los episodios de rechazo y violencia que viviría después, y que culminaron en un encierro en una iglesia en la isla coreana de Ullengdo, donde fue conducido con mentiras y donde su padre lo mantuvo secuestrado durante semanas. Solo con su violín.
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A su vuelta a España y ya mayor de edad, Aaron se separó de su familia y vivió del dinero que conseguía en la calle tocando el violín, su pasión desde pequeño, hasta que en 2010 entró a formar parte de la Orquesta Nacional. En 2015 creó la Fundación 'Arte que alimenta', que ayuda a niños, niñas y jóvenes en situación de desamparo; en 2019 comenzó a escribir su autobiografía, que un año después esta se transformó también en una obra teatral. Se representará en el Teatro Kamikaze de Madrid desde el 16 hasta el 30 de enero, narrada por la actriz Verónica Ronda, con Gaby Goldman al piano y el mismo Aaron Lee al violín. Hoy él nos cuenta más sobre su historia.
Pregunta: ¿En qué consiste la versión teatral de 'Yo soy el que soy'? ¿Cómo surgió?
Respuesta: Esta versión teatral surgió de manera muy accidental en base a mi libro autobiográfico, en el que narro mis vivencias entre 2005 y 2010, desde los 16 o 17 años hasta los 19 o 20. Empieza todo en una familia muy cristiana, muy religiosa, en la que todo iba bien hasta que de forma también accidental salgo del armario y eso supone un cisma, un antes y un después. Debido a la situación de la crisis sanitaria, la mayoría de los grandes teatros de musical en la Gran Vía estaban cerrados, y mis colegas de 'El Rey León', el director artístico Zenón Recalde, y el director musical de 'Billy Elliot', Gaby Goldman, estaban sin trabajo, así que vimos en esto una oportunidad para hacer un proyecto conjunto. Iba a ser simplemente una performance para una presentación muy espectacular del libro, con la lectura dramatizada de Verónica Ronda, pero no estaba concebido como una obra teatral. Luego ella invitó a Miguel del Arco, de Teatro Kamikaze, vio los primeros 15 minutos y dijo que esto tenía que ser una obra, y que le gustaría programarnos.
Empieza todo en una familia muy cristiana, muy religiosa, en la que todo iba bien hasta que de forma también accidental salgo del armario y eso supone un cisma
¿Elegiste tú los fragmentos que se narran en la obra?
Es una adaptación casi literal del libro. Las conversaciones y diálogos que hace Verónica están sacados íntegramente de él. Algunas cosas se han cambiado para adaptarlas al formato teatral, pero prácticamente todo es del libro.
¿Cómo surgió la decisión de que fuera Verónica quien narrara esas partes?
Me parecía que el hecho de que fuera una mujer le daba universalidad. Cuando ella dice al principio “Mi nombre es Aaron”, nadie se cuestiona ese planteamiento. No importa que sea una mujer mayor o un hombre afroamericano, al final lo que importa es la historia. Cuando Blanca Portillo hizo 'Hamlet', nadie se cuestionaba su género. Cuando la historia es potente y la actriz se pone al servicio de la misma, el género es lo de menos.
¿Cómo se hizo la selección musical que tú tocas? Hay algunas composiciones de música clásica pensadas para violín y luego adaptaciones de canciones populares.
Eso está totalmente basado en la selección musical del libro. Cada capítulo contiene una pieza musical que es especial para mí, o que estaba estudiando en ese momento. Todo tiene una razón de ser. Para la obra hemos cogido algunas, porque no se podía hacer todo, y a veces mezclado, como el concierto de Tchaikovsky con una pieza de teatro musical. Queríamos jugar con esa selección.
Echando un poco la vista atrás, ¿qué te llevó a escribir el libro?
La razón principal, la chispa que me hizo arrancar, fue una invitación al programa 'Radio Gaga'. Tuvo mucho éxito y mucha repercusión, y vi que compartir mi testimonio, mis vivencias, podría ayudar a la gente. Hasta entonces me había costado mucho la reflexión de si compensaba o no mostrarse tan visceralmente al mundo, pero después de aquello, me animé a hacerlo.
Uno de los episodios más duros de 'Yo soy el que soy' es tu salida de armario, que parece movida por algo tan natural como dar por hecho que tus padres te van a apoyar. Pero no fue así. Dado que ellos eran tan religiosos, ¿nunca pensaste que podían rechazarte?
La cuestión es que aquella noche me dijeron que fuese lo que fuese, ellos estarían ahí para apoyarme, que no importaba lo que fuese aquello que quería contar, mi secreto, que ellos eran mis padres, yo su hijo, el primogénito además, y que eso no iba a cambiar nunca, que me querrían pasara lo que pasara. A mí me dio la sensación de que ellos ya lo sabían y que aquello era una manera elegante o suave de decir: “cuando estés preparado, dínoslo”. Cuando me dijeron eso, no me esperaba una reacción tan violenta y agresiva.
Evadirme y refugiarme en la música fue un bálsamo
Otro episodio duro: la estancia en la isla. ¿Qué te ayudó a aguantar?
Allí estuve desde finales de junio hasta mediados de agosto de 2005, un año muy importante en el que en España se aprueba la ley del matrimonio igualitario. Esa es una de las cosas que me ayudaron a resistir. Precisamente ver en la CNN ese discurso tan conocido de Zapatero, justo antes de hacerse la votación, me motivó a resistir. Digamos que una de las personas que indirectamente me insuflaron fuerzas fue Zapatero (ríe). Y por supuesto la música. Yo tenía mi violín conmigo y el evadirme y refugiarme en la música fue un bálsamo.
Cuando vuelves a España y te separas de tu familia, pasas años muy duros tocando el violín en la calle, pero a la vez hablas de que te sentías libre. ¿Cómo recuerdas aquella etapa?
Fueron años de supervivencia, entre finales de 2007 y principios del 2010, objetivamente duros, porque apenas tenía dinero para subsistir. Pero nunca me sentí miserable. Simplemente no tenía la opción de poder hacer planes más allá de una o dos semanas. Parece algo tremendo, pero el ser humano tiene una capacidad de adaptación muy superior a la que se imagina, y es posible vivir así. Hay millones de personas que se tienen que ganar el pan con lo que consiguen cada día. Aun así, con esas dificultades y sin saber cómo ni en qué dirección tenía que ir, digamos que seguía empeñado en que las cosas irían bien. Al menos podía ser libre. Supongo que el tener pocas ambiciones en ese momento, pocas expectativas, hace que cualquier novedad sea mucho.
¿Cómo es ahora la relación con tus padres?
No es debido a la historia que cuento, pero a día de hoy no tenemos mucha relación.
¿Y qué hay de la música? ¿Qué significó para ti? ¿Te ayudó a sobrevivir?
El violín fue una elección mía desde los 9 años. Mis padres no querían que yo fuese profesional, porque es una carrera muy sacrificada, pero para mí fue bote salvavidas, un bálsamo, un motivo de subsistencia, un compañero y amigo. A veces esa soledad se soportaba bien gracias a la música. Pero no me gusta decir que la música fuera el detonante de mi salvación, o que si no fuese por ella me habría matado. Tampoco es eso.
En mi casa no estaba bien visto escuchar música que no fuera clásica, y cuando estaba triste me ponía en el discman canciones de Alaska y Mónica Naranjo
¿Qué referencias recuerdas de cuando eras pequeño que te ayudaran a sentirte más comprendido en el mundo? Ya sean películas, canciones, artistas…
Bueno, yo creo que Disney ha influido mucho (ríe), aunque sea subliminalmente. Casi todo lo que escuchaba era música clásica, y ya en la adolescencia me aficioné a otro tipo de música. Hay una anécdota que apenas he contado y que tampoco sale en el libro, y es que en mi casa no estaba bien visto escuchar música que no fuera clásica, y una cosa que hacía cuando estaba triste era ponerme en el discman canciones de Alaska y sobre todo de Mónica Naranjo. A todo volumen. Era una vía de escape y de rebeldía, en plan “si no me dejáis escucharlo, me lo pongo a todo volumen aunque sea a escondidas”. Fueron mi base en la música gay de la época.
Respecto a la fundación Arte que alimenta, ¿cómo de importante crees que es la colaboración y la unión de nosotros como colectivo LGTB+ para ayudar a los demás?
Es digno de hacer reflexión, sobre todo dentro del colectivo LGTB+, por qué estamos tan disgregados. No hay un compromiso real hacia las necesidades, de agruparnos para ayudarnos, a diferencia de otros colectivos, como el feminista, que se organiza mucho mejor que nosotros. No sabría decir por qué, pero creo que en España da la sensación de que la comunidad gay ya lo ha alcanzado todo, y que ya no hace falta luchar como antes. Es muy peligroso. Los derechos se ganan pero también se pierden. Una de las intenciones tanto del libro como de la obra de teatro es eso, despertar conciencia a través de la consciencia.
Da la sensación de que la comunidad gay ya lo ha alcanzado todo. Es muy peligroso. Los derechos se ganan pero también se pierden.
Por último, ¿qué le dirías a un joven que ahora mismo esté en una situación similar a la que estuviste tú en tu adolescencia?
Primero le diría que pida ayuda. A día de hoy hay organismos que no existían en 2005, como la oficina de delitos de odio del Ministerio del Interior, y en todos los juzgados hay servicios para las víctimas de delitos de odio, o asociaciones como la Fundación Eddy, que hace una labor increíble. Y por supuesto, que lo haga en un momento en que se sienta menos vulnerable, no sé si más seguro, pero menos vulnerable, con cierta independencia. Tampoco creo que yo sea el más adecuado para dar consejos. Me da miedo porque cada caso es único y especial. Pero eso sí lo puedo decir: que pida ayuda.