Gabriella Barboza, una estudiante de medicina en una Universidad de Brasil, descubrió que padecía un cáncer gracias a su profesor durante una clase. Según una historia que cuenta BBC Brasil, tanto la joven como el resto de sus compañeros estaban un día aprendiendo a hacer exámenes físicos en la cabeza y en el cuello de los pacientes. En un momento dado, su profesor, Daniel Lichtenthaler, le pidió que participara como modelo para un ejercicio de cómo realizar un examen médico de cuello para palpar la tiroides.
La rutinaria y didáctica exploración se tornó de repente en preocupación por parte del profesor. "Noté en el profesor algo que no le parecía normal”, dice la joven. Al acabar la clase, preguntó al docente. “Le dije si había notado algo diferente mientras me palpaba el cuello, y me dijo: ‘Hay algo ahí, échale un vistazo’”.
Efectivamente, tras hacerse una pruebas médicas a la joven se le detectó que tenía cáncer de tiroides. “Si no hubiera ido ese día a clase, tal vez no habrían descubierto la enfermedad tan pronto. Mi diagnóstico habría tardado mucho más y podría haber sido más grave”, dice la estudiante, que ahora tiene 22 años.
El profesor contó a BBC News Brasil que notó que la tiroides de la estudiante era de un tamaño mayor de lo normal y asimétrico. Esta razón fue lo que hizo que llamara a la joven para usarla como modelo en la demostración técnica. “Tuvimos suerte de que tocara la alteración anatómica justo en la clase de examen de cabeza y cuello”, dice Lichtenthaler.
Los nódulos tiroideos se consideran comunes y, a menudo, se identifican fácilmente debido a la ubicación prominente de la glándula, en el área central del cuello. En muchos casos, según los médicos, el propio paciente puede sentir esta diferencia al tocar esta región del cuerpo. La buena noticia es que cerca del 95 % de estos bultos son benignos. Y si el paciente es diagnosticado con cáncer, las posibilidades de curar la enfermedad en esta zona es superior al 97%. Los estudios indican que la enfermedad afecta tres veces más a las mujeres que a los hombres.
Cuando Gabriella descubrió que tenía cáncer, la enfermedad ya se había extendido y había llegado a otras áreas de su cuello y también a una parte de su esófago. Sin embargo, las expectativas de los médicos aún eran muy positivas sobre la recuperación de la joven, ya que se trata de un cáncer con una tasa de supervivencia muy alta.
A principios de noviembre de 2020, Gabriella se sometió a una cirugía para extirpar la tiroides y la masa tumoral que se había extendido a otras partes de su cuello.
En enero de 2021 tuvo una sesión de yodoterapia, un procedimiento indicado para este tipo de cáncer en el que la paciente toma un fármaco con yodo para combatir los restos de la enfermedad en el organismo. El tratamiento fue un éxito y los médicos le dieron el alta en febrero de 2021, ya que no había más signos de la enfermedad en su cuerpo.
“Después de meses de lucha, quiero dejar constancia de este momento extraordinario de mi vida, que me hizo mejor persona y me hizo ver el mundo de otra manera”, escribió la joven feliz en Instagram tras haber superado la enfermedad.