Lucía es una jovencita que sufre una lesión medular y, por tanto, tiene que vivir en silla de ruedas. En el año 2020, durante la primera ola del covid, sufrió una hemorragia interna que comprimió su médula y este tipo de lesiones tienen una recuperación muy lenta, por lo que, aunque tenga algo de movilidad, todavía no es la suficiente para ser autónoma.

Cuando su médula se dañó, era técnico de enfermería y, como cualquier otra persona de su edad con aspiraciones profesionales, un día decidió avanzar en su carrera y apuntarse a la universidad.

Antes de comenzar su grado superior de anatomía patológica y citodiagnóstico en una prestigiosa universidad de Madrid, tuvo una reunión con el director para tratar un tema que, para ella, era crucial en su movilidad: el aparcamiento. Ella misma había explicado en su Instagram lo importante que es que se respeten las plazas de minusválidos y que éstas sean lo suficientemente amplias como para poder abrir del todo la puerta del conductor de su coche.

El director le aseguró que tendría una plaza de movilidad reducida cerca de su pabellón y, con esta tranquilizadora promesa, Lucía se convenció y dijo que sí, que estudiaría en esa universidad. El centro, de hecho, cumplió con su parte pero cuál fue la sorpresa (y la indignación) de esta joven cuando vio que, quienes no respetaban la señal de su plaza - que, como bien ha dicho, ojalá no fuera suya - eran sus propios compañeros. No los de su clase, con quien siempre estuvo "cómoda", pero sí los de la universidad en general.

“Puede parecer que el tema del aparcamiento es una tontería pero para mí, estando en silla de ruedas, es una de las cosas más importantes y más si iba a estudiar allí dos años. Y me pasó en varias ocasiones, un día y luego otro día y otro, que, cuando llegaba a aparcar, las plazas estaban ocupadas por gente sin tarjeta de minusválidos”, decía en tik tok.

Varios estudiantes, completamente insolidarios con personas de movilidad reducida, aparcaban donde no les correspondía y, cuando Lucía se quejaba, le soltaban excusas como: "Es que yo no quiero meter mis neumáticos en el aparcamiento de tierra" o "Es que llego tarde y esta plaza está más cerca"; sin comprender las dificultades que le estaban añadiendo a una persona a la que la vida ya se lo ha puesto bastante difícil.

Como la afectada llamaba a lo policía cuando veía los coches así aparcados (eso es, por ley, exactamente lo que se tiene que hacer) , Lucía no solo se quedó sin plaza, sino que comenzó a sufrir bullying dentro de la universidad:

"Cuando iba por los pasillos, escuchaba: "No aparques ahí, que hay una amargada que denuncia y te multan". Y volvía a mi casa llorando y con ataques de ansiedad. Por las noches, tenía pesadillas con que me quemaban el coche, me arrancaban la puerta... Así que por todo eso y porque me di cuenta de que el módulo era mucho más difícil de lo que yo pensaba, decidí dejar de estudiar".

Lucía ha explicado a Yasss que tampoco podía acudir a la universidad en transporte público porque "los trenes no están adaptados a la movilidad" , y todo ello en conjunto, la llevó a dejar el grado. Ahora ha hecho está denuncia para que no pase lo mismo en otros centros de estudios: "Quizá en otro sitio lo hagan mejor".