Superado el debate sobre si el agua deshidrata y el coronavirus era un invento del gobierno, Marina Yers ha vuelto a revolucionar las redes, esta vez con su viaje a Perú para tratar un problema hepático con terapias alternativas que incluyen ayahuasca y veneno de rana.
“Hay una enfermedad del hígado de la que me tengo que curar que me piden 60.000 euros en medicina tradicional para poder sanarme”, compartía la influencer en sus historias de Instagram, “y lo vamos a intentar aquí con kambó”. Pero, ¿qué es el kambó y en qué consiste el retiro que va a realizar Marina Yers?
El kambó es nada más y nada menos que el veneno de la Phyllomedusa bicolor, también conocida como rana mono grande o rana kambó. Se trata de una especie típica de la cuenca Amazónica y, como muchos otros anfibios, desprende una sustancia tóxica cuando se siente amenazada: dermorfina. Esta secreción es la que se conoce coloquialmente como “kambó”.
Históricamente, algunos grupos indígenas de Latinoamérica utilizaban el veneno de la rana kambó como medicina para tratar diferentes enfermedades, sobre todo los Katukinas, de Brasil, que se consideran los poseedores ancestrales del conocimiento acerca de las propiedades terapéuticas del kambó. Con los años, otros pueblos comenzaron a utilizar este veneno dentro de rituales muy concretos.
A día de hoy hay podemos encontrar un negocio muy fructífero alrededor del kambó, y es que cada vez más chamanes modernos utilizan el veneno de rana como la solución milagrosa de la depresión, cáncer, diabetes, asma, Alzheimer, epilepsia… Afirman que vale para todo, publicitando sus retiros espirituales como gancho para captar más clientela.
El gran nicho de la estafa del kambó son las personas que viven en países sin Sanidad Pública, por ejemplo, Estados Unidos. Allí el tratamiento del cáncer puede arruinarte económicamente, así que encuentran una salida en este tipo de chamanes que ofrecen tratamientos alternativos más asequibles (pero que igualmente suponen un gran desembolso). En España, en cambio, las víctimas suelen ser personas desesperadas porque ningún tratamiento funciona, sobre todo en el caso de los problemas psicológicos y de enfermedades crónicas o terminales. Es muy habitual que se aprovechen de quienes sufren depresión, trastorno bipolar, trastornos de personalidad, síntomas psicóticos (como fue el caso de Marina Yers en el año 2020), Alzheimer, Parkinson o cáncer, en la mayoría de los casos agravando sus problemas.
Actualmente el ritual del kambó se vende como un retiro espiritual, muchas veces en grupo.
Las víctimas llegan a un país desconocido en el que un grupo de personas les tratan muy bien y les prometen que su vida va a mejorar de forma casi milagrosa. Se trata de una experiencia casi mística que, además del propio kambó, incluye otras pseudoterapias con graves riesgos para la salud, por ejemplo, la ayahuasca.
La ayahuasca es una bebida con potentes efectos alucinógenos que se elabora a base de plantas. Es aquí donde encontramos el gran gancho de los rituales chamanísticos: como todo es natural, las víctimas piensan que es inofensivo para la salud. Esto es falso, ya que estos remedios naturales pueden provocar graves daños a nivel psicológico y físico.
El uso de la ayahuasca no es casual. Los chamanes quieren que las víctimas se vuelvan más sugestionables y manejables para que el resto de experiencias parezcan más útiles. Entre esas experiencias podemos mencionar ejercicios corporales como la meditación, ingerir caldos elaborados con hierbas y semillas, o esnifar rapé, un polvo a partir de plantas del Amazonas cuyo componente principal es el tabaco y cuyas propiedades surgen de “la energía y el espíritu de la naturaleza”.
Todo esto se realiza además en ayunas para no alterar el proceso con otras energías y que las diferentes sustancias pierdan efectos. Es decir, a la confusión de la ayahuasca le sumamos los efectos del hambre.
Y finalmente se produce el ritual con la rana kambó. Los líderes de estos retiros espirituales capturan a la rana y la estresan para que secrete el veneno. Para ello la atan en forma de equis o presionan su cuerpo. Después raspan su piel con pequeños trozos de madera para que se impregnen con el veneno y se dejan secar.
Tras este proceso de captura, reúnen a los participantes del ritual y les realizan una pequeña herida (normalmente se hacen entre una y tres quemaduras en forma de punto con un palo), y se coloca el trozo de madera con el veneno rehidratado sobre la quemadura.
Cuando pasan unos minutos, el veneno es absorbido y comienzan los síntomas: palpitaciones, sudores, mareo y náuseas. Según los chamanes, una vez desaparezca esta reacción la persona se sentirá con muchísima más fuerza física y mental, y su cuerpo comenzará a vencer a la enfermedad.
Este tipo de rituales chamánicos son una estafa, pero al margen de las pérdidas económicas es importante conocer los riesgos para la salud de los “milagros naturales”.
La ayahuasca, tras beberla, induce un episodio alucinógeno que puede durar entre 2 y 6 horas si solo se consume una vez. El problema es que en estos retiros se suele consumir durante varios días seguidos. El resultado es un estado de confusión que puede verse acompañado de náuseas, vómitos, diarrea, sudores, temblores, problemas para mover partes del cuerpo y palpitaciones. Además, la ayahuasca puede provocar brotes psicóticos que pueden ser agudos (cuando la sustancia es expulsada de nuestro cuerpo se vuelve a la normalidad) o, en algunos casos con predisposición genética, irreversible desembocando en esquizofrenia.
Por otro lado, se han publicado informes sobre la toxicidad del kambó. Entre sus riesgos destaca la hepatitis, la insuficiencia renal, la insuficiencia cardíaca, los daños a nivel neurológico y la muerte.
Generalmente las víctimas cogen un avión y vuelven a casa con una sonrisa de oreja a oreja porque creen que un retiro de un mes ha curado todos sus males para comprobar después que la enfermedad sigue ahí o que incluso se ha agravado por las secuelas físicas y psicológicas. En otros casos, las víctimas son captadas por este tipo de retiros alejándose de sus familias y viéndose inmersas en un círculo vicioso de drogas, rituales y dinámicas similares a las de las sectas. Sea como sea, la desesperación es el gran recurso de los chamanes que organizan estos rituales.