Cuando hablamos de salud mental hay un aura de misticismo que rodea a todo lo relativo a nuestro sufrimiento. Problemas que son sociales se individualizan, culpabilizándonos por sentirnos sobrepasados, y cuando sufrimos un trastorno psicológico muchas veces no sabemos dónde acudir o, peor aún, somos víctimas de malas prácticas.
Este clima de indefensión ha dado pie al Día del Orgullo Loco, un movimiento originario de Canadá, donde el 18 de septiembre de 1993 se celebró el Día del Orgullo del Superviviente Psiquiátrico. Concretamente lo que desencadenó esta manifestación fue la discriminación que sufrían las personas psiquiatrizadas que vivían en centros de salud mental y residencias institucionales, siendo víctimas de prejuicios y prácticas negligentes por parte de profesionales.
Con los años, el movimiento se extendió a Reino Unido, Irlanda, Australia, Portugal, Brasil, Madagascar, Sudáfrica y Estados Unidos, y en 2018 a España. Sin embargo, esta manifestación no ha tenido gran repercusión hasta 2021 en nuestro país, logrando llenar las calles de Madrid, Gijón, Palma de Mallorca, Granda, Cáceres y Pamplona.
El epicentro del movimiento ha sido en Madrid, sobre todo a raíz de las protestas de un grupo de jóvenes psiquiatrizados de Ciudad Real. Los menores denunciaron haber sufrido violencia institucional, concretamente ingresos involuntarios, inmovilizaciones forzosas, sedaciones sin consentimiento, así como una infantilización constante. A su testimonio se unieron voces procedentes de toda España recogidas en la plataforma Orgullo Loco Madrid.
Poco a poco las redes sociales se llenaron de confesiones sobre el trato inhumano que sufren las personas psiquiatrizadas en nuestro país, algo respaldado por la confederación Salud Mental España, que en 2017 denunció graves abusos y vulneraciones de los derechos humanos de las personas con problemas psicológicos.
“Las personas con problemas de salud mental constituyen uno de los colectivos más susceptibles de sufrir situaciones de exclusión, discriminación, explotación y desigualdad”, explicaban en un comunicado. “El informe denuncia que en España sigue siendo una práctica habitual los tratamientos forzados y la medicación administrada sin el consentimiento de la persona o en contra de su voluntad, así como la denominada ‘terapia electroconvulsiva’ y medidas restrictivas como el ingreso involuntario, los aislamientos o las contenciones mecánicas”, así como esterilizaciones forzosas, abortos coercitivos o formas de violencia más sutiles como ningunear, infantilizar y cuestionar constantemente lo que sienten y viven las personas psiquiatrizadas.
El posicionamiento de Salud Mental España coincidió con el sonado caso de Andreas Fernández, una joven de 26 años que falleció en el hospital público de Oviedo a causa de una meningitis no tratada. Al tener antecedentes familiares de enfermedades psiquiátricas, determinaron que sus síntomas eran psicológicos y permaneció durante 75 horas atada a una cama hasta que finalmente falleció. La causa fue archivada y tras agotar la vía judicial, la familia de la joven ha decidido presentar un recurso al Tribunal Constitucional.
El activismo de Aitana Fernández, hermana de Andreas, ha sido clave en el movimiento del Orgullo Loco, quien junto a otras activistas ha rebatido las críticas que han surgido condenando el uso de la palabra “loco”. Como bien han explicado en redes sociales y en las propias manifestaciones, el movimiento busca reapropiarse del término “loco” que tantas veces se ha utilizado de forma vejatoria con el fin de borrar las connotaciones negativas y totalmente falsas que rodean al colectivo.
Por otro lado, se ha aprovechado el Día del Orgullo Loco para destacar la importancia de los factores sociales en la génesis de los problemas psicológicos con pancartas como “no necesitas un psiquiatra, necesitas un sindicato”, “más derechos laborales y menos orfidales” o “la enfermedad mental es una construcción social”.
Aunque las manifestaciones sean la parte más visible del movimiento, su lucha también se extiende a actividades como conciertos, teatros callejeros, performances y un fuerte activismo en redes sociales. ¿El objetivo? Lograr los siguientes cambios:
En definitiva, esta lucha busca empoderar a las personas psiquiatrizadas para que alcen la voz sobre sus vivencias, y provocar autocrítica en los profesionales y personas de a pie que o bien ejercen algún tipo de violencia, o bien miran para otro lado.