A Carlota le detectaron cáncer de mama y la despidieron del trabajo: “Las empresas no tienen ninguna empatía”
Carlota es una joven que ha superado un cáncer de mama y una doble mastectomía: “Antes de enfermar no era feliz, ahora sí”
Se dio cuenta de que tenía “algo malo” a raíz de estos síntomas: un bulto en la parte superior del pecho, dolor en el brazo y varios desmayos
Carlota reivindica la importancia de la adecuada reconstrucción del pecho: “Merecemos un resultado digno y no una chapuza”
Quien crea que, cuando se conoce a una mujer que sufre o ha sufrido un cáncer de mama, se va a encontrar con una persona vulnerable, abatida, triste o enfadada con la vida, se equivoca. La mujer que tengo en frente es una mujer segura, fuerte, alegre y decidida y, probablemente, mucho más feliz que la media de las personas con las que uno se puede poner a charlar en su día a día.
Carlota Lorenzo tiene 35 años y hace cuatro le detectaron cáncer de mama ductal infiltrante triple negativo en estadio 3. Desgraciadamente, conocía bien esta enfermedad: su abuela y una prima suya, de 33 años, ya habían muerto por un cáncer de mama. Sin embargo, ella nunca pensó que fuera a morir, nunca lo vio “como un drama” y, sea por la fuerza de este pensativo positivo o no, el hecho es que no murió y que está aquí, curada, viva y disfrutando de un café y un pincho de tortilla en una cafetería del centro de Madrid.
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“Puedo decir que el cáncer me salvó la vida”
Ella es una de esas mágicas personas a las que, paradójicamente, estar cerca de la muerte no las mata, sino que les da más vida: “Puedo decir que el cáncer me salvó la vida. Me llegó en un momento en el que yo no me gustaba, las cosas no me estaban yendo bien y fue el golpe justo y necesario para transformarme y salir adelante. Antes no era feliz y ahora sí. Aproveché el tiempo de las sesiones de quimioterapia para pensar y agradezco todo lo que he aprendido”, dice con esa calma que te da la propia sabiduría.
Claro está que el camino para llegar a esa paz no ha sido fácil, ni a nivel personal, ni familiar, ni mucho menos en el ámbito laboral o sanitario. Así cuenta Carlota cómo le detectaron la enfermedad que cambiaría todo su mundo:
“Tenía un bulto y mi doctora dijo que sería de la regla”
“Yo tenía un bulto en la parte superior del pecho, en medio de dos los cuadrantes, no llegaba a tocar el pezón. Como soy esteticista y también trabajo dando masajes, creía que el bulto sería por alguna contractura. Después empecé a desmayarme y, aunque parezca raro, mi gata me daba golpes en el seno malo, lo olía y se alejaba. Tras el último desmayo, lo hilé todo con lo que les había pasado a mis familiares y me asusté. Sin embargo, mi médico de cabecera me dijo que eso era un dolor de regla. Insistí mucho y, al final, me derivaron al hospital Santa Cristina, donde también me dijeron que no sería nada, que sería algo benigno. Al día siguiente, me llamaron y me pidieron que acudiera inmediatamente a la consulta del ginecólogo para darme el diagnóstico”, relata, indignada con las negligencias en la detección de una enfermedad tan grave como ésta.
Lo que, en ese momento, Carlota no sabía es que las negligencias no habían terminado ahí. Cuando comunicó en su trabajo que padecía cáncer de mama, la despidieron. Llevó a su empresa a juicio y sí, sus jefes aceptaron que había sido un despedido improcedente, pero, igualmente, estaba en la calle. “Las empresas no tienen ninguna empatía. En general, me han puesto muchas dificultades hasta para que vaya a mis revisiones”, lamenta.
“No me quería quitar el pecho y un cirujano me preguntó: ¿Pero te vas a acostar con mucha gente?”
El calvario vital añadido a la enfermedad continuó cuando tuvo que enfrentarse a una dura decisión: extirparse el pecho o no; porque, aunque parezca una necesidad obvia, una mastectomía es un cambio físico tan drástico como amputarse una pierna o un brazo. “Al principio, me negué a operarme. Me dio miedo verme sin un pecho; y un cirujano muy conocido, del que no voy a dar el nombre, me preguntó si es que iba a acostarme con mucha gente, que qué importancia tenía el pecho”, recuerda, muy molesta. “Pues para mí era muy importante”, sentencia.
Finalmente, Carlota decidió operarse y no quitarse solo el pecho infectado, sino los dos, “para no tener que pasar otra vez por lo mismo en el futuro”. La operación fue un éxito y, en la misma, le hicieron una reconstrucción, por lo que nunca se ha visto a sí misma sin los dos senos. Tras la intervención, no estaba contenta con el resultado:
“Me hicieron una chapuza y me deprimí mucho por eso. La seguridad social debería hacer mejor estas cosas porque no es una reconstrucción de pecho por estética, es porque yo he tenido una enfermedad y todas las mujeres tenemos derecho a una reconstrucción digna”. Ahora, después de ser de nuevo operada por otro cirujano, Pedro Gómez Balboa, está muy contenta y se siente mucho más guapa: “Ha quedado fenomenal, he ganado en felicidad y en autoestima”.
La importancia de tener amigos
La enfermedad no solo pone a prueba al paciente, también a todo el entorno que le rodea. Aunque Carlota sí sufrió algunas decepciones importantes: su pareja no supo estar “a la altura de las circunstancias” y se sintió “abandonada”, recuerda con lágrimas de emoción todo el cariño y apoyo que recibió por parte de sus padres, su hermano y sus amigos Sandra, Rocío, Loli, Gerardo, Nieves, Nacho y Joel, entre muchos otros. Además, Carlota acertó de pleno al buscar ayuda psicológica desde el primer minuto de su enfermedad. Para ella, la psicóloga Carmen Meseguer ha sido otro “ángel de la guarda” para ganar la batalla más importante de su vida.